
Demasiadas armas. A Maria Butina le gusta retratarse con ellas, empuñarlas, tocarlas, casi las acaricia en ocasiones. Y por lo general con una sonrisa juvenil, entre inocente y pícara. De momento, lo único que puede afirmarse de esta rusa de 29 años es que daba cualquier cosa por agradar a los poderosos —aunque no fueran tan, tan poderosos— y por ascender. Pero qué logró. Poco, nada. Por lo pronto un encausamiento que es más escándalo mediático que causa seria. Con tantos enredos, conspiraciones, secretos y componendas en la llamada “trama rusa”, Butina no es but not least; no llega, no admite la comparación, se queda de última sin aspirar a primera.

Definitivamente, no, no es nuestra chica Bond rusa. Da la impresión que la utilizaron, que la manosearon —literalmente y en otros sentidos— y que ella dejó a hacer a gusto o se prestó —¿vendió?— para ello. Aunque esta historia por momentos ridícula y otras cursi llevaba un tiempo circulando por la prensa. Solo que ahorra Butina está en la cárcel y nadie dará la cara por ella, ni tendrá un fusil o una pistola a mano para retratarse.