La buena noticia para los demócratas. Dos días de debates han demostrado que el partido cuenta con una serie de sólidos aspirantes a la candidatura, con definiciones, conceptos y enfoques que permitirían mejorar la situación económica y social de los estadounidenses. No son improvisados, no se trata de burdos demagogos. Son políticos que merecen todo el respecto y considerar con seriedad sus propuestas, con independencia que uno pueda coincidir o no con ellas.
La mala noticia es que estos dos días no lograron definir a las claras, ni siquiera con cierta aproximación, cuál de ellos es el mejor dotado para enfrentar a Donald Trump en una batalla donde las buenas intenciones, los proyectos y las certidumbres serán cuestionados en todo momento y en que factores emocionales, o simplemente el acomodamiento, como el temor a lo desconocido, los estereotipos y los prejuicios pueden jugarle una mala pasada a los demócratas.
Quizá lo que más claro quedó fue una derrota del tradicionalismo —Joe Biden es quien salió peor parado no solo ayer sino en un análisis total— y un cuestionamiento de la retórica progre sin fundamento —Bernie Sanders otro perdedor— para dejar bien claro que si quieren ganar, los demócratas tienen que decir adiós a la añoranza por Barack Obama.
A groso modo esto dejaría tres ganadores en los dos días, que serían en orden de importancia, Kamala Harris, Elizabeth Warren y Pete Buttigieg, pero esta selección es tan efímera como tonta a tantos meses por delante de la votación.
La tendencia histórica en las campañas de primarias electorales en Estados Unidos era la agudización de los temas, el énfasis en los objetivos más partidistas y la exaltación dirigida a los votantes más fieles —tanto demócratas como republicanas—, que son quienes eligen a los candidatos. Luego el proceso —al entrar en la fase definitiva— iniciaba un rumbo en donde se ampliaba el horizonte para ganar a los votantes centristas e indecisos. Trump rompió esas reglas y mantuvo igual retórica militantes de principio a fin. Y ganó.
Queda por ver si tal estrategia puede repetirse ahora con iguales resultados, pero todo indica que el proceso que está iniciándose ahora se caracterizará por la polarización ideológica y la batalla en los extremos.
Los debates mostraron una clara tendencia más a la izquierda dentro del Partido Demócrata. Si dicha tendencia llevará al triunfo, si las encuestas entre todo el potencial de electores lleven en los próximos meses a la necesidad de enfoque más al centro (como han venido demostrando los sondeos que muestran a Biden como favorito) está por verse.
Lo bueno de los debates es que ayudan a conocer a los aspirantes y candidatos, brindan cobertura y despejan dudas, aunque también crean impresiones momentáneas que luego se disipan. Para ello existen. Figuras como Buttigieg eran hasta ayer poco conocidas. Hoy no lo son. Falta por ver si los electores —que de momentos se limitan a encuestados— prefieren la añoranza o el cambio. Entre estos dos puntos se sitúa de momento la elección entre los demócratas.