Ni son novedosos ni únicos. Los vínculos —supuestos algunos, comprobados otros— entre grupos de supremacistas blancos y políticos estadounidenses tienen un historial de negaciones, denuncias y contradicciones de larga data.
En 2015, cuando Dylann Roof, de 21 años, mató a nueve personas en una iglesia de Charleston, Carolina del Sur, y “justificó” su acto de violencia contra los feligreses negros del templo con supuestos datos de una organización de supremacistas blancos, la respuesta del grupo no se hizo esperar.
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