lunes, 18 de noviembre de 2019

Farsa y desolación entre Cuba y Miami


Entre el atrincheramiento del pabellón geriátrico, que persiste en monopolizar el poder en Cuba, y las medidas del gobierno de Estados Unidos para provocar la algarabía del gallinero trumpista en Mami, transcurren las relaciones entre Washington y La Habana.
Más de cien grupos opositores suscriben en Miami el ‘Acuerdo por la Democracia en Cuba’”. Ante un titular tan luminoso uno espera al menos la Caída de Troya, el ejército napoleónico, las nunca presentes divisiones del Papa, la guerra de los tomates. Pero no, nada de ello ocurrirá. Simulación y engaño.
En esta ciudad algunos de los llamados “líderes del exilio” saludaron con el habitual blablablá la cancelación de los vuelos de las aerolíneas estadounidenses hacia diversos destinos en Cuba, salvo La Habana. En las afueras del restaurante Versailles hubo gritos de entusiasmo. Lástima que ni los líderes ni la chusma diligente reclamaran pastelitos y croquetas a los “charteadores”, que continuarán devolviéndonos y arrancándonos del nativo suelo.
Más fraccionada que nunca. Estancada en sus propósitos. Sin apoyo y reconocimiento dentro de la población y con una proyección que intenta definirse apenas bajo el oportunismo de la arena internacional, la oposición cubana transita una de sus horas más bajas. 
A ello se añade —o lo antecede— que el régimen de La Habana no cesa en su objetivo de reprimir cualquier intento opositor, e impedir que el rechazo a su gestión trascienda al reducido ámbito del comentario hogareño, entre amigos o vecinos de confianza: las calles no han dejado de ser de Fidel; cabe agregar, por supuesto, desgraciadamente.
Nacida con independencia de Washington, la palabra “disidencia” tuvo un reconocimiento inicial para significar una posición contestataria pero no contrarrevolucionaria. La persistencia con la que llegó a abarcar todas las manifestaciones de oposición la convirtieron en una especie de portmanteau word  ideológica, que definía al vocablo no por su valor en sí sino por los atributos políticos que se le añadían. Ello se ha perdido hoy día.
La separación que implicaba disentir se ha convertido en ruptura total. Y sin embargo, quienes practican esta postura no se preocupan por definirse como “contrarrevolucionarios”, “nuevos revolucionarios” o “restauradores”. O lo que sería mejor aún, conservadores en el mejor sentido de la palabra: una definición que los alejaría de reaccionarios.
Sin embargo, en cuanto a imagen en el exterior, continúan enfrentado el mismo  problema: el argumento del dinero utilizado para demonizarlos a todos, aunque resulte injusto generalizar en cuanto a la recepción y el empleo de fondos que provienen de Washington o de Miami.
Imposible romper el círculo vicioso, que solo admite criterios ideológicos, cuando no se encierra en el simple fanatismo. El tratar de silenciar las críticas respondiendo a que sirven a los fines de La Habana es repetir la vieja táctica de aprovecharse de la conveniencia política para obtener objetivos personales. En uno y otro sentido, todo lo justifica el odio al enemigo.
Un ejemplo de ello es la continuación, en su andanza impúdica, de ese engendro gubernamental llamado Radio y TV Martí, cuya definición mayor transcurre de escándalo en escándalo, al estilo de telenovela latinoamericana: con la emoción y el desaire de cada nuevo capítulo.
Así el colocarse entre dos abismos conlleva una situación difícil. Si la desfachatez de unos supuestos opositores —cuyo mayor reclamo es la negativa del régimen a un nuevo recorrido por diversos países y el verse privados de los postres tras cualquier conferencia internacional— no es razón suficiente para abandonar la crítica constante a la situación en Cuba, tampoco el desmadre perenne en la isla debe convertirse en excusa que justifique a cualquiera que aparente rechazar aquello;  bajo esa farsa donde cada seis meses el último cómico de bodega acude a reclamar la bandera del anticastrismo.
Si el cuentagotas de las torpes medidas de Trump no llega siquiera a la época de George W. Bush —ese expresidente que ayer fuera venerado por el exilio y hoy está olvidado—, uno además  se lamenta que el actual destino de Cuba se resume en la palabra torpe de Díaz-Canel o el gesto avieso de Raúl Castro. Ningún consuelo, ninguna esperanza por parte alguna.

martes, 12 de noviembre de 2019

Sobre la caída de Rivera y Ciudadanos


En España la vida nunca es fácil para los partidos que definen al centrismo como su razón de existir. En parte por el propio carácter español, que tiende al extremo, la reacción emocional y el exabrupto; en buena medida por el propio sistema electoral, que favorece a los partidos mayoritarios, aunque ahora menos que años atrás. La realidad es que más de uno de aquellos que han buscado romper la bipolaridad ideológica, ha terminado en el fracaso. Brillaron en un momento, atrajeron a intelectuales de peso, escritores de talento, analistas brillantes, tecnócratas destacados, economistas de mérito, y terminaron en nada. Un historial que ya es largo: UCD en 1982, CDS a comienzos de 1990, UPyD entre 2011 y 2015. Ahora Ciudadanos se suma a esa lista.
Aunque por otra parte, la situación no indica necesariamente una excepcionalidad española. Partidos similares, los liberales alemanes, británicos o suecos, obtienen resultados entre el 5% y el 15% del voto. Hay momentos en los que parece que su papel será destacado, como quizá ocurra en la próxima elección británica, pero luego retornan a una función menor, que los diferencia poco de lo que les ocurre a los partidos centristas en Portugal, Italia y Grecia: ni gobiernan, ni influyen, ni existen.
Solo que en el caso de Ciudadanos, hay ciertas peculiaridades propias, que explican tanto su auge como su caída. Construido a imagen y semejanza de su líder, Albert Rivera, es muy posible que no sobreviva a la renuncia de este, que se produjo tras la debacle electoral que deja al partido con solo 10 escaños de los 57 que tenía en el Congreso. Aunque aún sus miembros pueden albergar esperanzas gracias a la existencia de figuras como Inés Arrimadas, Luis Garicano y Begoña Villacís. No, en última instancia Cs no es UPyD, donde tras Rosa Díez había figuras de renombre intelectual, como Fernando Savater y Mario Vargas Llosa, pero de poca —o pobre— trayectoria política.
Su propio origen terminó limitando a Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía (Cs). Nació en Cataluña como un partido moderno que preconizaba la eficiencia y honestidad, con una vocación ideológica liberal[1] moderada y radicalmente opuesto al nacionalismo catalán. Este anti nacionalismo local le sirvió para ganar popularidad y prestigio desde el estallido del conflicto, pero al mismo tiempo terminó por ofuscar su identidad cuando terminó por acercarlo a un ultranacionalismo español. Ahora ha sido víctima también de la fagocitación perenne que siempre ha dominado la política española —sea Podemos hacia el PSOE o Cs hacia el PP— y la aparición y el sorpresivo auge de Vox le ha pasado la cuenta: para los españoles más preocupados agresivos contra el nacionalismo catalán —que solo mira su ombligo y es más agresivo aún— lo que se ha dado en llamar “ultraderecha española” ofrece mayor consuelo emocional y esperanza.
Quizá fue el triunfo lo que le tendió la mayor trampa a Rivera —y esto es alarmante porque en una cuerda floja similar lleva transitado desde hace algún tiempo Sánchez y puede terminar cayendo también—, aunque era muy difícil resistir la tentación. Cuando tras la votación del 28 de abril vio que apenas 220.000 votos separaba a su agrupación del Partido Popular (PP), el sueño de liderar el bloque conservador se convirtió en su única meta: la tentación del sorpasso fue demasiado fuerte.
Una doble pena porque en más de una ocasión Ciudadanos había ejercido la función para la que parecía destinado, el de ser un partido bisagra. Si tras la elecciones autonómicas y municipales de 2015, Ciudadanos apoyó la investidura de los candidatos de los partidos más votados, pero que no tenían mayoría suficiente —el PSOE en Andalucía y el PP en Madrid, La Rioja, Murcia y Castilla y León—, en febrero de 2019 declaró que no pactaría ni con Pedro Sánchez ni con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) tras las elecciones generales, si bien esta decisión se circunscribe solo a La Moncloa, y no afectaba a los gobiernos autónomos y municipales. Esta posición la mantuvo Rivera hasta vísperas de la repetición electoral, que acaba de ocurrir, y ante un fuerte retroceso en las encuestas. Entonces rectificó y se mostró dispuesto a pactar con Sánchez si tras el 10 de noviembre la derecha no tiene números para gobernar (lo que acaba de ocurrir).
En el tránsito de ser un partido liberal en lo económico, progresista en causas sociales como la igualdad de género y los derechos de las mujeres, centrista, europeísta y moderado, Ciudadanos terminó no solo buscando la supremacía dentro de la derecha sino representar la crispación en torno al conflicto catalán que agrupa a los partidarios de Vox. Pero falló en todos estos objetivos y ahora ya no está al borde del abismo sino en lo hondo del precipicio.

[1]Según la acepción que este término tiene en la política europea, que se diferencia de su uso en la política estadounidense.

lunes, 11 de noviembre de 2019

Cuando a EEUU le pagan con la misma moneda


Hay un viejo chiste sobre la política exterior norteamericana.
“¿Por qué nunca se ha producido un golpe de Estado en Estados Unidos?”.
“Porque en Washington no hay embajada estadounidense”.
Uno de los problemas que enfrentamos quienes no solo no somos partidarios de la presidencia de Donald Trump sino que tampoco tenemos simpatía alguna —la más mínima— hacia la figura del mandatario, es que una simple mirada al pasado de EEUU nos lleva a la conclusión que Trump no está solo —incluso puede afirmarse que no es el peor— en el largo historial de abusos, injusticias y actos criminales cometidos por esta nación contra diversos países (por limitar el asunto a la arena internacional).
Hasta el momento, y a los efectos de las comparaciones, la presidencia de George W Bush resultó peor que la de Trump, al llevar a este país a una guerra innecesaria con Irak —un conflicto que ha producido más de un millón de muertes— y utilizar informes falsos y tergiversaciones en el intento de lograr el apoyo de la ciudadanía estadounidense y mundial en su desenfreno bélico; y esta campaña se llevó a cabo con pleno conocimiento de que se estaba mintiendo.
A la hora de un impeachment —y repito: “hasta el momento”— Bush hijo lo merecía más que Trump, lo que por otra parte no libra de culpas al segundo.
Pero tanto el hackeo ruso como la subsiguiente polémica y la nueva “investigación a la investigación” han ocurrido bajo la mirada divertida de aquellos que disfrutan viendo a EEUU quejarse por algo que ha hecho muchas veces.
La intervención en procesos electorales ajenos ha sido un componente importante de la política exterior de Washington durante mucho tiempo, dejó claro la BBC hace tiempo en uno de sus reportajes, pero en general es de conocimiento público.
Si se considera que expulsar del poder a un mandatario democráticamente electo es la mayor intervención posible, ahí están los casos de Jacobo Arbenz, en Guatemala, Salvador Allende, en Chile, o Joao Goulart, en Brasil, solo por mencionar algunos ejemplos.
Durante años, EEUU actuó para evitar la elección de Salvador Allende en Chile.
Incluso si solo se toman en cuenta los casos en los que los documentos desclasificados han confirmado la mano estadounidense en golpes de Estado, como en los arriba mencionados, la lista es extensa.
La mayor parte del tiempo los servicios de inteligencia que tratan de influir en procesos electorales ajenos —un interés que de ninguna manera es exclusivo de las agencias estadounidenses— operan durante la fase de campaña.
Si se acepta como indicador de interferencia la provisión de apoyo financiero, sea a candidatos oficialistas o de oposición —algo que prohíbe la legislación de muchos países, incluido EEUU— el número de intervenciones ilegales de Washington crece significativamente.
La CIA ha intervenido abiertamente en numerosos procesos electorales.
“Según mis cálculos, se han producido más de 30 casos de flagrante interferencia de Washington en elecciones extranjeras desde el final de la II Guerra Mundial”, estima el historiador William Blum, autor de La CIA: una historia olvidada y Estado paria: una guía al único superpoder del mundo.
Blum, un conocido crítico de la política exterior estadounidense, reconoce que ese es un cálculo “conservador”, que tampoco da cuenta de todas las operaciones encubiertas de la CIA.
EEUU actuó para tratar de manipular procesos electorales ajenos con mayor o menor grado de éxito, tal y como lo hizo Moscú en las últimas elecciones presidenciales de EEUU.
Italia, 1948
Las elecciones italianas de abril de 1948 son ampliamente consideradas como la primera intervención en los asuntos de otro país de la CIA, la Agencia Central de Inteligencia de EEUU.
Según Blum, en 1947 EEUU obligó al gobierno italiano a despedir a todos los comunistas y socialistas que integraban el primer gabinete de la posguerra a cambio de la promesa de mayor ayuda económica estadounidense.
La CIA hizo todo lo que estuvo a su alcance para evitar la llegada de los comunistas a Il Quirinale.
“Y a partir del año siguiente, y durante décadas, cada vez que los comunistas, ya fuera en alianza con los socialistas o por su cuenta, amenazaban con derrotar a la Democracia Cristiana apoyada por EEUU, la CIA empezó a emplear todos los trucos (sucios)” con el fin de evitarlo, se lee en Estado paria.
El historiador acusa a EEUU de haber descargado sobre los italianos “sus grandes armas de guerra económica, política y psicológica, al tiempo que financiaba encubiertamente a los candidatos democristianos”.
Varios documentos desclasificados por el Archivo Nacional de Seguridad parecen sustanciar algunas de esas acusaciones.
“Una única cosa está en juego en estas elecciones: si Italia continuará siendo un país libre o si será sujeto de una dictadura totalitaria controlada por Moscú”, se lee en un documento Top Secret dirigido al Secretario de Estado George Marshall, fechado el 29 de marzo de 1948.
“Estamos haciendo todo lo posible para apoyar a los elementos democráticos moderados en Italia sin dar la impresión de interferir en los asuntos internos”, se afirma.
Washington miraba con mucha sospecha al líder comunista italiano Palmiro Togliatti,
En el memorándum también se explica que se le ha dejado en claro a los italianos que un voto a favor de los comunistas les privaría de los beneficios del llamado “Plan Marshall” y que “están eligiendo entre democracia y dictadura”, al tiempo que se admite abiertamente que la devolución de Trieste y la admisión de Italia a la ONU se están utilizando para meter presión.
Aún hoy la CIA se sigue oponiendo a la desclasificación de los documentos sobre sus acciones encubiertas en Italia durante 1948, al punto de que el Archivo Nacional de Seguridad entabló una demanda legal en agosto de 2000 cuestionando la excusa de “seguridad nacional”.
En 2014, sin embargo, un antiguo jefe de la oficina de la CIA en Roma no tuvo problemas en reconocer públicamente el importante rol jugado por la agencia en la política italiana durante esos años.
“Sin la CIA, el Partido Comunista Italiano (…) seguramente habría ganado en las elecciones de 1948”, escribió Jack Devine en su libro de memorias Good Hunting.
Chile, 1964 y 1970
El rol de EEUU en el derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende, depuesto por un golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973, es de sobra conocido.
Pero mucho antes de eso la CIA trabajó en contra del candidato socialista en las elecciones de 1964, en las que resultó derrotado, y también en los comicios de 1970, en los que resultó vencedor.
Según documentos de la CIA desclasificados por el Archivo Nacional de Seguridad  (NSA) en 2004, la agencia de inteligencia estadounidense gastó un total de $2,6 millones en apoyo directo a la campaña del principal rival de Allende en las elecciones de 1964, y futuro ganador, Eduardo Frei.
“$3 millones adicionales fueron gastados en actividades de propaganda anti-Allende diseñadas para asustar a los votantes y alejarlos de su coalición, el Frente de Acción Popular (FRAP)”, se lee también en el resumen de los documentos desclasificados del NSA.
La lista de métodos considerados por la CIA en uno de ellos —un memorando fechado 1 de abril de 1964— incluyen “comprar votos directamente, de ser necesario” y “operaciones especializadas de propaganda, algunas de las cuales serán propaganda negra, para denigrar a Allende”.
Según un memo fechado en marzo de 1969, la CIA aprobó planes valorados en cientos de miles de dólares para tratar de influir en las elecciones parlamentarias de marzo de 1965 y marzo de 1969.
Y un año después el llamado “Comité 40”, presidido por Henry Kissinger, recomendó apoyar “operaciones encubiertas diseñadas para reducir la posibilidad de una victoria del candidato de la Unidad Popular en las elecciones presidenciales de septiembre de 1970”.
Blum describe en Estado Paria lo que considera “una operación multifacética y multimillonaria de la CIA”, que no evitó, sin embargo, la victoria del candidato en cuestión, Salvador Allende.
Luego vendría el golpe de Estado.
Rusia, 1996
Asesorar no es lo mismo que hackear y publicar los correos electrónicos de uno de los partidos en contienda, que es de lo que la inteligencia estadounidense, el “Informe Mueller” y un informe del Comité de Inteligencia del Senado de EEUU acusan a Moscú, pero Washington puede haber jugado un rol clave en la victoria de Boris Yeltsin en las elecciones de 1996.
El mérito, en cualquier caso, lo han reclamado tres consultores estadounidenses —George Gorton, Joseph Shumate y Richard Dresner— quienes asesoraron la campaña de reelección del presidente ruso en secreto.
En una entrevista a la revista Time, publicada luego de las elecciones, los tres expertos afirmaban haber modernizado la operación y, sobre todo, logrado convencer al equipo de Yeltsin de hacer campaña negativa en contra de sus candidatos comunistas.
Y aunque la importancia de su rol fue públicamente minimizada por la jefa de campaña del mandatario ruso, su hija Tatyana Dyachenko, y Blum mismo reconoce que no es posible saber qué tan decisivos fueron, el historiador estadounidense también destaca un dato que explica su inclusión en esta lista.
“Aunque los estadounidenses trabajaban a título independiente, el gurú político del presidente Clinton, Dick Morris, actuaba de intermediario con la administración”, asegura Blum en Estado Paria.
“Y el mismo Clinton le dijo a Yeltsin en marzo que quería ‘garantizar que todo lo que EEUU hiciera tuviera un impacto positivo’ en la campaña electoral rusa”, agrega.
Con eso en mente, afirma Blum, los consultores estadounidenses en Moscú prepararon un encuentro Clinton-Yeltsin en abril que le permitiera al mandatario ruso “plantarle cara a Occidente”, tal y como el Partido Comunista —su principal adversario— prometía hacer.
Yeltsin terminaría venciendo a los comunistas en la primera vuelta por una diferencia del 3%, para asegurarse luego la reelección en el balotaje 54% a 40%.
De todos lados
No hay que olvidar que buena parte de estas acciones se produjeron dentro del clima creado por la Guerra Fría, y que, por su parte, la Unión Soviética actuaba en igual sentido con todo tipo de recursos, desde económicos hasta de cualquier tipo.
Obviamente, mandatarios que con su comportamiento o declaraciones claramente favorecen a un lado en unas elecciones o en un referendo en un país ajeno, no son nada extraño, ni nuevo. Pero en muchas ocasiones EEUU hizo mucho más que eso en distintas partes del mundo, y la pregunta todavía vigente es si estamos hablando de un capítulo cerrado de la historia o una página abierta.

El «Bolsonaro boliviano»


“La Biblia volverá al Palacio de Gobierno”.
Luis Fernando Camacho repitió esa frase rodeado de multitudes durante las últimas tres semanas, informa la BBC.
Hace seis meses no muchos en Bolivia conocían a este dirigente opositor de 40 años, pero hoy por hoy es uno de los principales protagonistas de la movilización que forzó la renuncia de Evo Morales el domingo.
No fue candidato en las elecciones de 20 de octubre señaladas de fraudulentas. Sin embargo, se dio el lujo de ingresar al viejo Palacio de Gobierno de La Paz y depositar allí una Biblia pocos minutos antes del anuncio de dimisión de Evo.
Gestos como ese y sus constantes menciones al “poder de Dios” no han pasado desapercibidos en el país y, en medio de una enorme crisis política, Camacho ya fue tildado como el “Bolsonaro boliviano”, en referencia al presidente de derecha de Brasil.
Es un político que dice que no hace política, al que se atribuye el uso de un discurso conservador y a la vez carismático, proveniente de las élites empresariales y que cada vez que se dirige a las multitudes que lo apoyan invita a elevar una oración al "todopoderoso".
“El presidente”
Luis Fernando Camacho ejerce el papel de presidente del Comité Cívico Pro Santa Cruz, una entidad que en la ciudad más poblada de Bolivia y bastión histórico de la oposición contra Evo es denominada el “gobierno moral de los cruceños”.
En concordancia con aquel apelativo, durante las últimas tres semanas de protestas a lo largo del país, el dirigente opositor era presentado en Santa Cruz como “el presidente”.
Hijo de empresarios, su carrera para obtener un puesto de reconocimiento entre la institucionalidad cruceña fue veloz, al igual que lo fue su irrupción en la escena nacional.
En su última aparición en su ciudad, en uno de los varios cabildos contra Evo Morales que se organizaron, Camacho irrumpió en escena acompañado de una imagen de la Virgen María y con una cruz como telón de fondo.
Los comités cívicos en Bolivia aglutinan a diferentes sectores de las principales ciudades del país, entre ellos empresariales, gremiales y barriales.
El bloque de Santa Cruz fue uno de los mayores dolores de cabeza para Morales en sus 13 años, nueve meses y 18 días de mandato.
El más radical
Cuando las elecciones en Bolivia del 20 de octubre pasado comenzaron a ser duramente cuestionada por múltiples sectores del país, Carlos Mesa era considerado el llamado a dirigir la movilización opositora.
El candidato y expresidente quedó segundo en la votación y desde el primer momento denunció un “fraude gigantesco” y reclamó una segunda vuelta contra Morales, quien se declaró ganador en la primera, defendiendo la validez del conteo oficial hecho por el Tribunal Supremo Electoral.
En un primer momento, toda la oposición boliviana y grupos detractores de Evo se alinearon al pedido de Mesa de balotaje.
Sin embargo, Camacho aumentó la apuesta.
El líder cívico pasó de exigir la segunda vuelta a reclamar e incluso dar un ultimátum al presidente para que renunciara.
Más de un referente opositor, entre ellos muchos del bloque alineado con Mesa, criticó esa la acción y la calificó en su momento de desmedida e imposible.
Un cruceño en La Paz
Después del ultimátum y la inédita redacción de una propuesta de carta de renuncia “para que Evo Morales la firme”, Camacho anunció que aterrizaría en La Paz para entregar la misiva en la casa de gobierno.
Casi tres días de suspenso rodearon al intento del líder opositor hasta que finalmente logró aterrizar en suelo paceño.
Miles de personas lo recibieron en el aeropuerto el miércoles pasado, y un día después protagonizó escenas muy pocas veces vistas en la historia de Bolivia.
Camacho fue recibido y aclamado en La Paz por campesinos, indígenas y cocaleros.
Campesinos, indígenas y productores de coca rebeldes recibieron a Camacho y lo aclamaron en La Paz.
Santa Cruz jugó históricamente un papel de contrapeso político frente a los paceños y aquello provocó que en más de una oportunidad las fricciones regionales marcaran la agenda del país.
En esta ocasión, y pese a su discurso conservador, Camacho vitoreó a voz en cuello los nombres de los viejos bastiones de Morales en los que se multiplicaron las protestas. Abrazó a mujeres de pollera y aceptó un collar hecho con hojas de coca.
No demoró en multiplicarse el apelativo con el que se bautizó al opositor, “Macho Camacho”, ante la incredulidad y el repudio de organizaciones sociales y colectivos feministas que lo tildan de misógino y ultraderechista.
El “Bolsonaro boliviano”
Por su discurso, a Luis Fernando Camacho se le compara con el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.
“En línea con otros representantes de la nueva derecha regional, como el presidente brasileño Jair Bolsonaro, Camacho maneja un discurso con muy fuerte anclaje religioso”, indica la periodista Mariela Franzosi.
En un análisis sobre la figura opositora, la autora indica que el cívico sostiene “un discurso que, aunque intenta asociarlo con ‘la paz y unidad del pueblo boliviano’, termina cargado de racismo, odio de clase y provocación”.
Julio Cordova, sociólogo boliviano especializado en movimientos evangélicos, indicó que Camacho “legitima su postura autoritaria con el discurso religioso al estilo de Bolsonaro”.
“Camacho sostiene un discurso que, aunque intenta asociarlo con ‘la paz y unidad del pueblo boliviano’, termina cargado de racismo, odio de clase y provocación”, dice la periodista Mariela Franzosi.
El investigador sostiene que el dirigente cívico que en estas horas vive momentos de apogeo es “una expresión de la derecha protofascista” boliviana.
En su momento de victoria, minutos después de que Morales dimitiera, volvió a mostrar un crucifijo entre las manos.
Dice que no va a ser candidato y que cuando termine su dirigencia cívica volverá a sus negocios.
Pero a estas alturas en Bolivia es difícil disimular que un nuevo líder que se encuentra en las antípodas ideológicas del indigenismo y la izquierda reinante hasta ayer acaba de surgir.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Popularidad de Trump sigue estable, pero baja, entre los latinos


El presidente Donald Trump continúa manteniendo un apoyo estable entre sus partidarios de origen latino[1] con relación a cómo era percibido en 2016, de acuerdo a una nueva encuestadada a conocer por Telemundo, informa el diario digital Politico.
Sin embargo, ese porcentaje de aprobación lo muestra rezagado por amplio margen en comparación con los aspirantes demócratas a la candidatura presidencial.
A nivel nacional, el 25% de los latinos dice que votaría para reelegir a Trump, una ligera caída del 28% que la mayoría de las encuestas de salida mostraron el voto por él en 2016, mientras el 31% aprueba su desempeño laboral. En comparación, el 64% de los latinos en general dice que votaría para reemplazar al presidente, y el 57% apoya el proceso de juicio político (impeachment) y la destitución de su cargo.
El 54% de los encuestados latinos, que se identifican como independientes, dijo que votarían para reemplazar a Trump con un demócrata.
El 25% de los latinos que reelegirían al presidente está más o menos en línea con el desempeño de Trump en 2016 y el de Mitt Romney cuatro años antes. El presidente se ha mantenido estable entre los latinos a pesar de su dura retórica antiinmigrante y sus políticas controvertidas, como las separaciones familiares en la frontera.
Si bien los resultados del sondeo no son favorables para Trump en un sentido amplio, su capacidad para mantener un apoyo relativamente nivelado entre los latinos podría ser crucial en las elecciones de 2020. Varios líderes latinos han advertido a los demócratas que aumenten su alcance a los latinos, que están en camino de convertirse en el mayor bloque de votantes “no blancos” elegibles para 2020.
La encuesta también encontró a Joe Biden liderando el grupo demócrata con votantes latinos con un 26% de apoyo, seguido por el senador de Vermont Bernie Sanders con un 18%.
Sanders obtiene resultados relativamente buenos en las encuestas realizadas a los latinos. Pero según la encuesta de Telemundo, casi dos tercios de los latinos dijeron que no votarían por un candidato que se describiera a sí mismo como “socialista”. Sanders se identifica como un socialista democrático.
La senadora de Massachusetts Elizabeth Warren quedó en tercer lugar con un 10%. El resto de los aspirantes no alcanzó los dos dígitos. El margen de error para la votación primaria demócrata es de 4.1 puntos.
En particular, la encuesta de Telemundo encontró que el 36% de los latinos demócratas están indecisos en las primarias.
Entre todos los encuestados, siete de cada 10 dijeron que la retórica de Trump ha alentado el sentimiento anti inmigratorio, el racismo o la discriminación en EEUU. Y una mayoría, 54%, dijo que la política de separación familiar de Trump en la frontera desalienta la inmigración.
La encuesta fue realizada por Mason-Dixon Polling & Strategy entre el 24 y el 28 de octubre, y tiene un margen de error de 3,2 puntos porcentuales. (Los subgrupos más pequeños tienen un margen de error más alto). La encuesta cuestionó a 1.000 latinos o hispanos a través de teléfonos fijos y celulares, e incluyó una serie de preguntas sobre inmigración.
Otra encuesta realizada entre votantes de origen latino del estado de Florida encontró resultados desfavorables para el presidente de EEUU, informa PR Newswire.
En esta segunda encuesta, el porcentaje de aprobación del presidente  Trump se encuentra en un nivel bajo entre los hispanos en Florida, en donde ha quedado rezagado por amplio margen por sus principales oponentes demócratas, conforme a una encuesta de votantes realizada en el todo el estado y conducida por la Iniciativa de Encuestas sobre Economía y Negocios de la Universidad Florida Atlantic (FAU BEPI), en su Escuela de Negocios.
La Iniciativa de Encuestas sobre Economía y Negocios de la Universidad Florida Atlantic (The Business and Economics Polling Initiative (BEPI) at Florida Atlantic University) lleva a cabo sondeos sobre negocios, economía y asuntos sociales y políticos con un enfoque principalmente dirigido a las actitudes y opiniones de los latinos (hispanos) a niveles regionales, estatales y nacionales.
Esta encuesta de 600 votantes registrados muestra que los hispanos en general presentan una opinión desfavorable de Trump, con el 48% que no aprueban su desempeño laboral, mientras que el 31% sí lo aprueba y el 22% no muestra opinión alguna.
El porcentaje de aprobación de Trump está en un nivel bien bajo entre los hispanos de Puerto Rico, con un 64% desfavorable y un 19% favorable. Sin embargo, los hispanos procedentes de México están divididos, con un 43% desfavorable y un 38% favorable. Los cubanos proporcionaron una luz en medio en la oscuridad para Trump, con el 47% favorable y el 28% desfavorable.
En una hipotética primaria republicana, el 77% votaría por Trump, el 12% por el excongresista de Illinois Joe Walsh, el 7% por el exgobernador de Massachusetts Bell Weld y un 5% por el exgobernador de Carolina del Sur y congresista Mark Sanford. 
Los republicanos representaron 152 de los entrevistados en la encuesta, estableciendo un margen por error en el voto de la Primaria del +/- 7,9 por ciento.
En la primaria demócrata, el senador Bernie Sanders presenta una ligera ventaja con el 27% de los votos, seguido por el exvicepresidente Joe Biden con el 21% y la senadora Elizabeth Warren con el 20%. El exsecretario de Vivienda y Desarrollo Urbano Julián Castro completó los cuatro primeros con un 5%.  Los demócratas representaron 268 de los entrevistados en la encuesta, estableciendo un margen por error en el voto de la primaria de +/- 6 por ciento.
En una lista comparativa de oponentes de una potencial elección general, Biden fue el más poderoso contra Trump con una ventaja de 65,7% contra un 34,3%.  Warren también presentó un resultado similar derrotando a Trump con 64,9% contra un 35,1%, mientras que Sanders venció al presidente con 62,1% contra un 37,9%.
Los datos se recopilaron del 30 de octubre al 2 de noviembre por medio de una muestra mixta con un panel en línea proporcionada por Dynata y una muestra de teléfono fijo proporcionada por Aristotle Inc. y recopilada por IVR.  La encuesta tiene un margen de error de +/- 3,9 por ciento.

[1]Desde el punto de vista político, latino e hispano son dos términos que se utilizan indistintamente en Estados Unidos, aunque no son sinónimos. En este texto ambos se limitan a ese empleo político que se le otorga en EEUU.

martes, 5 de noviembre de 2019

¿Por dónde vienen los próximos tiros del embargo?


Cuba se prepara para resistir un endurecimiento sin precedentes del embargo estadounidense, en un momento en el que el sector más anticastrista de Estados Unidos concentra sus esperanzas de derribar al gobierno del Partido Comunista en la relección de Donald Trump a la Casa Blanca, informa la AFP.
Al cerco económico de casi 60 años contra La Habana se sumaron en los últimos meses medidas que el canciller cubano, Bruno Rodríguez, define como “no convencionales”.
“La campaña electoral en Estados Unidos podría provocar que se acentúe el curso de confrontación contra nuestro país y medidas adicionales de bloqueo”, pero Cuba está preparada “para enfrentar la arremetida” y “segura de vencer”, agregó.
El lunes, Trump prohibió al gobierno federal financiar el intercambio educativo y cultural con funcionarios y entidades estatales de Cuba, Rusia, Siria y Corea del Norte, tres días antes de que la Asamblea General vote la resolución que condena el embargo.
A continuación algunas claves de las sanciones para anticipar posibles escenarios:
Trump, la última oportunidad
“Trump entregó las llaves de la política con Cuba a Marco Rubio, a este sector de cubanos exiliados que buscan un cambio de régimen al costo que sea necesario”, dice el profesor cubano Arturo López-Levy, de la Holy Names University, en California.
Su gestión está desmontando los acuerdos alcanzados durante el histórico acercamiento con La Habana de su antecesor, Barack Obama. Trump busca los votos de Florida, estado considerado decisivo en las elecciones, así como apoyos ante un posible juicio político, considera López-Levy.
“No es de dudar que antes de las elecciones de 2020 vengan más restricciones. Suponen que, de perder Trump, sus esperanzas de mantener el muro del embargo se desvanezcan” porque “en el Partido Demócrata quieren intercambio con Cuba”, agrega.
¿Qué han hecho?
Washington acusa a Cuba de “reprimir a su propio pueblo” con un gobierno de partido único, sin oposición legal y una economía controlada por el Estado.
También de apoyar al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, “a través de los militares cubanos y sus servicios de seguridad”. Cuba rechaza esas acusaciones, pero mantiene lazos con su aliado.
Las recientes sanciones incluyen suspender desde diciembre los vuelos directos a Cuba, excepto a La Habana. Antes suspendió los cruceros, prohibió el arriendo de aviones a Cubana de Aviación y aplicó restricciones a las visas.
Cuba opera con menos petróleo que el que necesita (30% en septiembre; 60% en octubre) debido a sanciones a los petroleros que lleven combustible a la Isla. Se armaron enormes filas en las estaciones de servicio.
También limitó a $1.000 trimestrales las remesas que los cubanoestadounidenses pueden enviar a sus familiares en la  Isla.
Y está la ley Helms-Burton: Trump activó en mayo una legislación de 1996 que permite, incluso a cubanoestadounidenses, demandar en tribunales del país norteamericano a empresas extranjeras que gestionen en Cuba bienes confiscados por la revolución. Entre las demandadas están American Airlines y Amazon.
“La administración Trump esperaba más demandas (hasta ahora unas 20). Sin embargo, más importante que la cantidad de demandas es quién está demandando y quién está siendo demandado”, explica el presidente del Consejo Económico y de Comercio entre Cuba y Estados Unidos, John Kavulich.
Los bancos internacionales han pasado a ser extremadamente cuidadosos. La mayoría se abstiene de operar en transacciones con Cuba por temor a sanciones.
¿A quién afecta?
Esos disparos de catapulta desde extramuros no están cayendo precisamente en el Palacio de la Revolución, sino en blancos civiles.
Según la cancillería cubana, desde junio de 2017 Trump ha emitido 187 medidas “que afectan a individuos, empresas cubanas y cubanoamericanos”.
“No es al Partido Comunista que están dañando, están dañando a personas que hasta pueden pensar de un modo diferente al gobierno, que pueden no ser socialistas. Les dificultan el contacto con la familia, les hacen difícil el acceso a bienes y a posibilidades financieras”, dice a la AFP el excanciller cubano Ricardo Alarcón.
“Estas medidas procuran aumentar la presión en la caldera económica para que el país estalle, y eso nadie en su sano juicio lo puede concebir que vaya a ocurrir sin daños a la población”, explica por su parte López-Levy.
¿Qué más viene?
Según expertos consultados por la AFP, estos podrían ser los próximos pasos:
Mayores presiones para intimidar y bloquear el comercio, los financiamientos y las inversiones.
Mayor penalización al uso de dólares o sancionar a bancos que tercerizan transacciones con Cuba en otras monedas.
Afectar las industrias de seguros al viajero para reducir el turismo, motor importante de la economía.
Establecer un límite de gasto máss estricto a los estadounidenses que viajen a Cuba.
Ajustar más el envío de remesas.
Bloquear el uso de tarjetas de crédito. Actualmente se aceptan Visa y Mastercard.
Devolver a Cuba a la lista de países que apoyan el terrorismo.
Rebajar las relaciones diplomáticas: la embajada en La Habana podría volver a ser solo oficina de intereses.

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