jueves, 24 de septiembre de 2020

Protestas pacíficas, vandalismo y caos: la realidad y el mito


Más del 93 por ciento de las protestas efectuadas en Estados Unidos este verano fueron pacíficas. Al lanzar el temor a un futuro de caos y violencia si triunfan los demócratas no solo se exagera sino se tergiversa.
Un informe del US Crisis Monitor —del  Proyecto de datos de eventos y ubicación de conflictos armados (ACLED) y la Universidad de Princeton— muestra las cifras de lo ocurrido, sin la emoción de las imágenes pero con la realidad de los números. Basta  para romper la falsedad introducida como una cuña entre la representación y el hecho.
La ACLED es una organización no gubernamental especializada en la recopilación, el análisis, la ubicación y el desglose de conflictos: codifica las fechas y ubicaciones de todos los casos de manifestaciones y violencia política denunciados en más de 150 países.
Los hallazgos de dicho informe permiten tener una visión más completa, alejada de las cámaras, de lo ocurrido.  
La muerte de George Floyd bajo custodia policial provocó una oleada de protestas, asociadas con el movimiento Black Lives Matter (BLM), que se extendió rápidamente desde Minneapolis por todo el país.
Entre el 26 de mayo —un día después de la muerte de Floyd— y el 22 de agosto se registraron más de 7,750 manifestaciones vinculadas al movimiento BLM, en más de 2,440 lugares en los 50 estados y Washington, DC. Las manifestaciones violentas, por su parte, se limitaron a menos de 220 lugares, una cifra inferior al 10% de las áreas en donde ocurrieron protestas pacíficas.
Pero la realidad de las cifras siempre choca con el dramatismo de las imágenes, y la impresión de violencia y desórdenes se ha generalizado hasta convertirse en un factor importante de cara a las próximas elecciones presidenciales.
Esta distancia entre la percepción de los hechos y la verdad de lo sucedido no asombra en una época de valoración de la noticia por su cualidad de espectáculo —las marchas aburren, los incendios no—, pero debería alertar de la necesidad aclarar en detalle la situación. Los demócratas no lo están haciendo y podría contribuir a una pérdida de votos.
Mientras la televisión dirige a los espectadores hacia las escenas de saqueos y  vandalismo, hay muy pocos indicadores que sugieran que los manifestantes han participado en actos de violencia generalizados. Por ejemplo, las tan divulgadas imágenes de Portland, Oregon, nos llevan a desconocer u olvidar que dichos actos  violentos fueron mayormente limitados a unas cuadras específicas y no se extendieron a toda la ciudad.
A la percepción limitada que tenemos de los hechos, cuando nos limitamos a la información visual, se une el interés en manipular no solo las imágenes sino las situaciones; en algunos casos con la participación de infiltrados y provocadores con el propósito de instigar la violencia o con la presencia de participantes de otros estados, que se trasladan con el propósito de alterar el orden.
Por ejemplo, durante una manifestación el 27 de mayo en Minneapolis, fue visto un hombre con un paraguas rompiendo vidrieras. Luego se supo que estaba vinculado a grupos supremacistas blancos; nada que ver, por supuesto, con el movimiento BLM.
El informe de la ACLED muestra que desde mayo se realizaron más de 100 eventos en los cuales participaron actores de otros estados. Esto incluye también contra-manifestaciones, la mayoría de las cuales fueron en respuesta a las actividades asociadas con el movimiento BLM.
Esta intervención de personas ajenas a la localidad la realizaron miembros de organizaciones y grupos denominados tanto de extrema izquierda como de extrema derecha.
El tratar de manipular o utilizar las manifestaciones con otros objetivos ha llegado a ciertos extremos. Dos hombres asociados con Boogaloo —un movimiento de extrema derecha que busca el inicio de una segunda guerra civil en EEUU—fueron arrestados por tratar de utilizar las protestas para encubrir un intento de venta de armas al grupo militante palestino Hamas, y utilizar el dinero para apoyar el movimiento Boogaloo, según informó The New York Times.
En general, las campañas no violentas tienen el doble de posibilidades de triunfar que las violentas. Tanto el movimiento BLM con los demócratas en general deben reforzar esta actitud, no con simples declaraciones de ocasión sino con toda una campaña política. Todavía están a tiempo.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Breonna Taylor: los hechos, la manipulación y la política


Un policía fue acusado por la redada que terminó en la muerte de la joven negra Breonna Taylor, quien se ha convertido en un símbolo de las protestas en EEUU contra el racismo y la brutalidad policial, informa la BBC.
Sin embargo, lo ocurrido en el caso de Taylor es más que una lamentable tragedia. En los hechos se mezclan diversos factores que no pueden ser tomados a la ligera.
La decisión tomada el miércoles por un gran jurado, una instancia superior a los tribunales ordinarios en Estados Unidos, solo sirve para echar más combustible al fuego.
El agente policial Brett Hankison está acusado de tres cargos relacionados con “poner en peligro sin sentido” a los vecinos por los disparos efectuados el 13 de marzo, cuando falleció Taylor.
El incidente sucedió en la ciudad de Louisville, en Kentucky (este).
El fallo, sin embargo, no establece acusación alguna sobre la muerte de la mujer. Los tres policías involucrados (Hankison entre ellos) resultaron exonerados de ese delito, informa la BBC.
La familia de la víctima calificó de “ofensiva e indignante” la decisión del gran 
Tras el fallecimiento de Taylor, de 26 años, su nombre se convirtió en un grito de guerra para los manifestantes contra el racismo en EEUU.
Es coreado junto al de George Floyd, un ciudadano negro que murió bajo custodia policial en mayo.
Anteriormente, autoridades acordaron pagarle a la familia de Taylor la suma de $12 millones.
Pero el caso de Taylor no guarda similitudes con el de Floyd. Para ocurrir lo sucedido lo mejor es leer una información publicada en The New York Times
La acusación
Al tratarse de un delito considerado grave, la sentencia contra Hankison puede ser de cinco años por cada uno de los cargos en su contra, de acuerdo a la BBC.
Según las leyes de Kentucky, alguien es culpable de poner en peligro sin sentido a una o varias personas si comete un acto que muestra “indiferencia extrema por el valor de la vida humana”.
Hankison fue despedido del Departamento de Policía de Louisville en junio, después de que los investigadores descubrieron que había “disparado a ciegas y sin sentido diez veces” al entrar a casa de Taylor, según su carta de despido.
Otros dos oficiales de la policía estuvieron involucrados en la redada y el tiroteo, pero no resultaron acusados. Se encuentran bajo investigación interna.
Antes del anuncio del miércoles se declaró estado de emergencia en Louisville por posibles nuevas protestas.
El alcalde, Greg Fischer, además, determinó un toque de queda de 21:00 a 06:30 durante las próximas 72 horas.
La policía cerró el tráfico en ciertas calles donde se realizaron la mayoría de las manifestaciones y se instalaron barricadas alrededor del centro de la ciudad.
Durante más de 100 días consecutivos se realizaron actos de protesta por la muerte de Taylor.
Qué pasó en la redada
Breonna Taylor era trabajadora de la salud, una técnica de emergencias, y estaba en su casa, en la cama, en Louisville cuando la policía entró a su departamento poco después de la medianoche.
Los policías ingresaron a su casa para realizar un allanamiento como parte de una investigación por narcotráfico. No se encontraron drogas en la propiedad, de acuerdo a la BBC. Sin embargo, la información de The New Yorkaclara que la búsqueda fue interrumpida tras la muerte de Taylor. Al parecer, el objetivo principal era encontrar dinero —no una cantidad excesiva, $15.000— que la pareja de la joven mantenía en la casa. Dicho dinero era producto del narcotráfico.
Los agentes de policía tenían la dirección incorrecta, por lo que los familiares presentaron una demanda por homicidio culposo.
Taylor estaba dormida y su novio, Kenneth Walker, tomó su arma de fuego, para la cual tenía licencia, según la demanda presentada por la familia de la víctima.
Según Walker, este  creyó que un intruso quería ingresar en la casa y disparó, de acuerdo a las investigaciones. Un policía resultó herido en la pierna y la bala atravesó la arteria femoral, de acuerdo a la BBC.
Manipulación
La muerte de Taylor, una tragedia, no admite la comparación fácil con la Floyd. No cabe duda que la operación por parte de los agentes fue chapucera, en el mejor de los casos, pero de ahí a concluir un caso de abuso policial, y de juzgar lo ocurrido bajo la óptica de un ensañamiento con los ciudadanos de la raza negra, va una distancia.
En todo caso, lo que vale la pena es destacar el entorno de la vida de Taylor, criada con la ausencia de un padre encarcelado por el asesinato de otro por un asunto de drogas y sus relaciones amorosas con personajes involucrados en el narcotráfico de esquina. No equivale ello a juzgar a la joven con la participación o el conocimiento de dichas actividades, pero sin dicho entorno el caso se vuelve presa de una manipulación vulgar. Desgraciadamente ello es lo que ha ocurrido. Personalidad, artistas y deportistas se han lanzado, desde antes de la decisión del jurado de instrucción. Pasar por alto que la pareja de Taylor disparó primero, y que la policía respondió al fuego, le hace un favor chico a la causa de los derechos civiles.
La manipulación del caso Taylor es lamentable, como es lamentable la que ocurre en otros casos judiciales aunque de signo contrario. Solo cabe esperar que lo ocurrido no desencadene una ola de actos violentos. En tal caso, solo se lograría un resultado contrario al supuesto objetivo de quienes protestan.

jueves, 17 de septiembre de 2020

Cuba sin futuro democrático, con Trump o sin él


Una de las razones fundamentales para el fracaso de los planes destinados a buscar un cambio político, o al menos iniciar un tránsito hacia la democracia, es la falta de motivación de la población en la isla para quitarse de arriba al régimen.
Hay que aclarar de inmediato que no es la única y que existen diversos factores que en un momento u otro adquieren mayor o menor relieve, pero la desidia y la espera forman parte de la realidad cubana, sobre la cual no se debe guardar silencio pese a cualquier reproche latente de que uno esta “contemplando los toros detrás de la barrera”.
Cierto. El mecanismo represivo es muy fuerte y ha logrado crear un terror que se adelanta a cualquier intento de cambio político. Sin embargo, la frustración que este mecanismo establece casi siempre no se canaliza en rencor sino en espera.
La situación imperante en la isla no muestra un futuro pero sí un escape. Y ese escape ha sido hasta fecha reciente Miami: la salida, el viaje al extranjero o incluso una simple remesa familiar. La política migratoria de la administración Trump primero y luego la crisis por la pandemia del covid-19 han establecido un paréntesis a las salidas, con la consecuencia de un cierre total a esa vida de escape. Pero este paréntesis se vive desde la Isla y por quienes viven en Miami con familiares en Cuba más bajo la óptica de una dilación que como una nueva situación definitiva. Para el ciudadano de a pie que vive a noventa millas, en la actualidad las esperanzas se cifran más en la elección estadounidense que en la que ocurrirá en su cuadra.
El exilio cubano, por otra parte, vive entre la realidad y el espejismo. El espejismo es lo que se lee, ve y escucha por los medios. Estos siguen controlados en gran parte —especialmente la televisión y la radio— por quienes llegaron primero y se limitan no a ofrecer una visión tergiversada de lo que desconocen sino a cumplir una función de ensueño. 
Lo primero que se desconoce o se pasa por alto es al cubano actual. La mayor parte de quienes han llegado en las últimas décadas nacieron no solo tras el 1º de enero de 1959, sino en una sociedad establecida y fuertemente cimentada por un régimen que no brinda alternativas. 
Si quienes eran niños al triunfo de la revolución —o crecieron durante el proceso de cambio institucionales que han degenerado en la Cuba actual— padecieron un deterioro progresivo de sus libertades individuales, una creciente carencia para la satisfacción de sus necesidades personales y un aislamiento paulatino, los que nacieron posteriormente —y en particular los “hijos del Período Especial”— llegaron a un mundo donde lo natural era la falta, no el despojo. No fueron perdiéndolo todo: nacieron sin nada.
De ahí que se pueda establecer pautas nacionales y momentos definitorios que marcan generaciones y grupos, tanto en la Isla como en el exilio.
Por ejemplo, esa urgencia de libertad y anticastrismo furibundo se agota en buena medida tras el éxodo del Mariel. Basta recorrer las discusiones que aún hoy persisten sobre las posiciones políticas de escritores y artistas de aquí y de allá, y encontrar muchas de los argumentos más enconados en quienes aprovecharon la oportunidad de salida que brindó el Mariel —o fueron expulsados del país— para desarrollar una obra en el exterior.
En la actualidad, el llamado ”anticastrismo” o la caricatura de oposición al régimen en el exilio se define entre un grupo cada vez más exiguo que solo encuentra justificación en gestos inútiles para lograr un avance de las ideas democráticas en la isla —como los pocos llevados a cabo por la administración Trump— y que apenas logra regocijo en una que otra zancadilla económica al gobierno cubano y quienes lo dirigen, además de causar nuevos engorros a quienes desean facilidades en la relación entre quienes habitan aquí y allá. El resto se resume en una chusmería que no llega siquiera al esperpento.
En el caso de quienes decidieron permanecer en Cuba o no pudieron irse, la Primavera Negra de 2003 fue el canto del cisne de una disidencia que debe ser catalogada como tal —me refiero al significado primordial de la palabra, no estoy negando la existencia de una oposición posterior— y en que buena parte de sus miembros rondaban entre los 40 y 50 años de edad.
Es hasta ellos —hombres y mujeres que casi constituyen un genotipo— es que llega la caracterización y el imaginario de un exilio que indudablemente ha ampliado sus fronteras respecto al limitado alcance de su composición primaria.
Lo demás son casos aislados, asideros a los que se agarra ese establishment del exilio en su afán por perpetuarse. Solo que los tiros van por otra parte y el cubano “recién” llegado no tiene nada que ver con ese “hombre viejo”.
El exiliado tradicional continúa su camino en extinción y el americanocubano —el nacido en Estados Unidos, porque a estas alturas cubanoamericanos son muchos— tiene poco o nada que ver con alguno de los dos anteriores (salvo en lo referente a esos políticos de turno que nacieron aquí y explotan una mentalidad del cubano de ayer para obtener réditos electorales en sus zonas de electores).
Queda entonces poco para la definición de una nación, de un “nuevo país”, del resurgimiento de la “Cuba de ayer” o del parto de una futura, cuando se carece de una voluntad fundacional.
Y es que si algo logró transmitir a la psique del cubano el régimen establecido por Fidel Castro no fue un espíritu nacionalista —como se repite tontamente hasta por periodistas internacionales que cubren su destino escribiendo desde Cuba o sobre Cuba— sino todo lo contrario: una mentalidad colonialista.
Solo que con una peculiaridad: colonia no para ser explotada sino para explotar a la metrópolis de turno.
En esto, Castro creó un modelo digno de un buen estudio histórico.
La dependencia del otro para la subsistencia está tan fuertemente arraigada entre los cubanos que anula o debilita cualquier motivación independentista. La desaparecida Unión Soviética en su momento, Venezuela mientras dure y Miami ahora y mañana.
Queda entonces el acomodo de acuerdo a las circunstancias, y para aquellos que nacieron durante el Período Especial —o pocos años antes— la opción es continuar buscando esa sobrevivencia a cualquier precio y por cualquier vía, que es el signo y la voluntad bajo la cual surgieron.
Mencionado el espejismo —la Cuba que no es, la rebelión que no existe, el acomodo diario— el exilio en general, y Miami en particular, continúa siendo la fuente de abastecimiento —por encima de cualquier ilusión de los votantes de Trump—
El gobierno de La Habana a lo único que puede aspirar es a seguir produciendo profesionales para brindar servicios en el exterior, confiar —como ha ocurrido en estos casi cuatro años— en que para Trump la cuestión se resume en esas pequeñas gratificaciones mencionadas que le aseguran los votos de un sector de la comunidad exiliada por lo demás sin alternativas, y acariciar el sueño de un futuro sin pandemia y con una “vacuna cubana”, donde de alguna forma se mantenga cierta corriente de inmigrantes, exiliados y viajeros, y sobre todo se mantenga el envío de remesas, que en última instancia está garantizado no por las acciones del actual o futuro inquilino de la Casa Blanca, sino por la voluntad familiar. Son estos los pilares de la nueva industria nacional.
Nada de azúcar, níquel y petróleo. Ni inversiones ni desarrollo. Sin exilio no hay país.
Lo malo es que esta situación que aparenta la eternidad del instante siempre ha abierto una interrogante: ¿país?

Apoye a nuestras tropas… rusas


Un anuncio digital publicado por una rama de recaudación de fondos de la campaña de Trump el 11 de septiembre que llama a “apoyar a nuestras tropas” utiliza una fotografía de archivo de aviones de combate de fabricación rusa y modelos rusos vestidos como soldados. 
El anuncio, que fue realizado por el Comité Trump Make America Great Again, presenta siluetas de tres soldados caminando mientras un avión de combate vuela sobre ellos. El anuncio apareció por primera vez el 8 de septiembre y se publicó hasta el 12 de septiembre.
“Definitivamente es un MiG-29”, dijo Pierre Sprey, quien ayudó a diseñar los aviones F-16 y A-10 para la Fuerza Aérea de EEUU. “Me alegra ver que está apoyando a nuestras tropas”.
Ruslan Pukhov, director del Centro de Análisis de Estrategias y Tecnologías en Moscú, confirmó que los aviones son MiG-29 rusos, y también dijo que el soldado de la extrema derecha en el anuncio lleva un rifle de asalto AK-74.
El Comité Trump Make America Great Again está dirigido tanto por el Comité Nacional Republicano como por la campaña. La mayoría de las donaciones digitales y de bajo costo recaudadas por el comité se destinan a la campaña.
Luego de que Publico diera a conocer estos detalles, el creador de la imagen, Arthur Zakirov, confirmó en un mensaje de Facebook que la ilustración muestra un modelo 3D de un MiG-29, y que los soldados eran modelos rusos. Agregó que era una foto compuesta creada hace cinco años y tomada en tres países diferentes que muestra el cielo ruso, las montañas griegas y el suelo francés.
 “Hoy oyes hablar sobre la mano del Kremlin en la política estadounidense. Mañana eres esta mano”, bromeó, diciendo que el hecho de que su foto terminara en un anuncio de recaudación de fondos de Trump le pareció “bastante divertido”.
“Todo pasó por falta de atención”, dijo, y agregó que la campaña hizo “un mal trabajo de verificación de datos”.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Florida cierra el plan de Trump para ayudar a los desempleados

 


El gobernador republicano de Florida pondrá fin a un programa de Trump para aumentar los beneficios de desempleo para los estadounidenses desempleados porque el programa básico de desempleo del estado es demasiado pobre para continuar cumpliendo los requisitos para la ayuda federal, informa Politico.  
El gobernador Ron DeSantis, un aliado del presidente Donald Trump, está eliminando los $300 adicionales en beneficios semanales porque el estado paga a sus trabajadores desempleados muy poco para cumplir con el requisito de contrapartida del 25 por ciento. Florida parece ser el primer estado de la nación en detener el programa debido a su costo. 
La medida se produce ocho semanas antes del día de las elecciones, y Trump cuenta con su estado natal adoptivo para ganar un segundo mandato. Si Trump pierde Florida, su camino hacia la reelección podría ser difícil o imposible. 
Los legisladores estatales republicanos y demócratas se sorprendieron por la decisión de DeSantis, que se reveló sin fanfarria el lunes por la noche. Cientos de miles de residentes desempleados siguen necesitando desesperadamente ayuda financiera debido a la pandemia del coronavirus y el consiguiente cierre económico, y más de 3 millones de personas en Florida han solicitado alguna forma de ayuda estatal o federal por desempleo desde mediados de marzo. 
“Es desconcertante”, dijo la senadora estatal Annette Taddeo, demócrata por Miami. “Estás dejando el dinero sobre la mesa. Para las personas que afirman que tenemos que poner en marcha la economía, ¿adivinen qué? Una forma de impulsar la economía es asegurarse de que las personas tengan comida en la mesa y puedan pagar el alquiler”. 
Fred Piccolo, portavoz de DeSantis, no dio una explicación de por qué Florida estaba cerrando el programa, pero un funcionario de la administración reconoció que el costo estaba detrás de la decisión. La portavoz del Departamento de Oportunidades Económicas, Tiffany Vause, no respondió a preguntas detalladas sobre el programa. 
DeSantis presagió la semana pasada el anuncio, diciendo que Florida carecía de la “capacidad” para aceptar los pagos de $300 del gobierno federal. El programa Trump requiere que los estados gasten al menos $100 por persona a la semana en sus propios beneficios por desempleo para poder recibir los $300. Pero Florida, que tiene uno de los programas de desempleo más débiles del país, gasta muy poco para alcanzar ese umbral. 
Los pagos semanales de Florida alcanzan un máximo de $275, entre los más bajos de la nación, pero algunas personas cobran mucho menos. El estado tendría que aumentar sus pagos de beneficios para cumplir con los requisitos federales de contrapartida. 
El costo de lograr otras dos semanas de pagos podría costarle a Florida hasta $200 millones, según un senador estatal. 
El Congreso, como parte de la Ley CARES aprobada a principios de este año, proporcionó $600 adicionales a la semana para beneficios de desempleo para ayudar a las personas que quedaron sin trabajo por la pandemia. Cuando esa ayuda expiró y el Congreso no la extendió, Trump permitió en agosto que los estados recurrieran a fondos de ayuda para desastres para aumentar temporalmente los beneficios por desempleo. 
DeSantis anunció el mes pasado que Florida ofrecería los $300 adicionales a la semana, lo que fue posible gracias a la orden ejecutiva de Trump. 
Los floridanos han cobrado sus primeras tres semanas de ayuda, conocida como “asistencia por pérdida de salario”, y esta semana se realizó una cuarta ronda de pagos. 
Pero en una breve declaración el lunes por la noche, el Departamento de Oportunidades Económicas de Florida anunció que el pago de esta semana sería el último del programa. 
Trump inicialmente sugirió que los estados podrían usar el dinero no gastado de la Ley CARES para cumplir con los $100. Pero DeSantis planea usar los casi $6 mil millones enviados a Florida por el Congreso para pagar la respuesta estatal al coronavirus y cerrar algunas brechas en el presupuesto. 
El senador estatal Jeff Brandes, un republicano de San Petersburgo que alentó a DeSantis a aceptar la ayuda federal adicional por desempleo, dijo que el gobernador debería aprovechar las reservas de emergencia del estado para obtener la parte correspondiente de Florida. 
“Se limita a poner manos a la obra”, dijo Brandes. “Deberíamos estar afilando el lápiz”.  
A Florida le quedan aproximadamente $1,34 mil millones en su fondo fiduciario de desempleo, que se usa para pagar beneficios estatales, y la cantidad de trabajadores desempleados que reciben ayuda se está reduciendo porque el estado limita los pagos a 12 semanas. Solo alrededor de 368.000 personas están recibiendo beneficios de desempleo respaldados por el estado, frente a los 2,15 millones de personas en el pico. 
Los demócratas pidieron este año a DeSantis que aumentara el monto de los pagos semanales por desempleo y extendiera la cantidad de semanas que la gente podría cobrarlos, pero el gobernador ha dicho que carece de autoridad para alterar el programa. Por su parte, los líderes legislativos republicanos han rechazado los pedidos de los demócratas de celebrar una sesión especial para abordar los problemas presupuestarios que se avecinan en Florida. 
El senador estatal José Javier Rodríguez, un demócrata de Miami, dijo que otros estados obtendrían dólares de los impuestos federales debido a que Florida es “increíblemente barata”. 
“La idea de que no podemos identificar una fuente de dinero para reducir un margen de tres a uno es simplemente obscena”, dijo Rodríguez.

sábado, 12 de septiembre de 2020

Las teorías conspirativas en las urnas



Facebook ha cerrado sus servicios a gran número de miembros de QAnon, y aunque la medida tiene mucho de justificación corporativa, también ilustra la gravedad que ha alcanzado la divulgación de teorías conspirativas de cara a las elecciones presidenciales.
El pasado miércoles, Facebook anunció que había eliminado 790 grupos QAnon de su sitio y restringía otros 1,950 grupos, 440 páginas y más de 10,000 cuentas de Instagram relacionadas con esa teoría conspirativa de la extrema derecha.
¿Qué es QAnon?
El 28 de octubre de 2017, un usuario anónimo ahora ampliamente conocido como “Q” aparece en las redes sociales. Q predijo el arresto inminente de Hillary Clinton y un levantamiento violento en todo el país.
Aunque ambos hechos no se produjeron, QAnon pasó a estar asociado a lo que desde la pasada elección presidencial se conoce como Pizzagate: la afirmación sin fundamento de una red de pedófilos, entre ellos asociados de Hillary Clinton, que llevaban a cabo sus actividades en el sótano de una pizzería en Washington, DC. Además dichos individuos traficaban con sangre de niños.
Aquello desembocó en un hecho que por suerte tuvo más de esperpento que de tragedia: un hombre armado se presentó en la pizzería para “hacer una investigación por su cuenta”. Luego de tres disparos y no encontrar el sótano maldito (ni sótano alguno: en realidad la pizzería no lo tenía), se entregó a la policía.
Sin embargo, los miembros de QAnon persistieron en sus afirmaciones sin pruebas de la existencia de una conspiración dentro del propio gobierno, dirigida contra el presidente Donald Trump, sus partidarios y los miembros cercanos de su gabinete. Estas acusaciones —por lo general escritas en un lenguaje en que se insinúa el conocimiento de información de inteligencia— no solo han persistido sino que han cobrado fuerza. Las actividades de QAnon en las redes sociales, sea con publicaciones, comentarios o señalamientos, han crecido entre un 200 y un 300 por ciento en los últimos seis meses, según datos recopilados por The New York Times.
QAnon tipifica la atracción que existe en la actual sociedad estadounidense hacia las teorías conspirativas. Pero va más allá, al agrupar a un grupo disperso, que con sus teléfonos y computadoras personales intercambian rumores y teorías sin fundamento. Es un movimiento unido en el rechazo masivo de la razón, la objetividad y otros valores que caracterizaron la época de la Ilustración y dieron fundamento a la sociedad democrática.
Con QAnon asistimos al nacimiento de un culto, donde la paranoia es utilizada para fomentar una fervorosa esperanza solo hacia sus ideas, lo que otorga a los participantes un profundo sentido de pertenencia. Con fanfarria y entusiasmo, sus miembros recorren un camino entre la irreverencia y la sumisión. 
Lo grave de ello es que, más allá del gusto conspirativo que podía canalizarse con el disfrute de una película o una serie, su discurso por momentos agresivo, a veces bélico y fatalista —así como la tenencia de armas de asalto y la declaración de una disposición a usarlas—, constituye una amenaza para la democracia.
A ello se añade la entrada de la comunidad QAnon en la campaña electoral. Desde los participantes con camisetas, pancartas y distintos alegóricos en los actos de campaña de Trump, hasta la cifra de 76 aspirantes y candidatos legislativos —pasados y vigentes— que han exhibido  mensajes o se han mostrado favorables a dichas teorías conspirativas.
De ellos, 71 son republicanos, dos demócratas, uno libertario y dos independientes, de acuerdo a la última actualización en Media Matters for America, un sitio de análisis no lucrativo de tendencia progresista.
En términos conspirativos —difícil eludir el contagio—, la trama llega hasta la Casa Blanca. A finales del año pasado, Trump había retuiteado cuentas a menudo centradas en teorías de conspiración, incluidas las de QAnon, en al menos 145 ocasiones, según The New York Times.
Aunque muchos seguidores de QAnon se mueven muchas veces en una realidad alternativa —como en la serie de The Matrix—, la política tiene fronteras estrechas. Y en la lucha electoral cotidiana, algunos políticos se pueden servir de las teorías conspirativas como instrumentos de seducción. Pero a quienes se aferran a ellas solo les quedan dos destinos: el de manipulador o manipulado.

Hacia la estación autoritaria


El principal problema que enfrenta la sociedad estadounidense en estos momentos no es solo la presidencia de Donald Trump. Es la posibilidad de que se produzca una baja participación en las urnas.
Si ello ocurre, el camino quedará abierto para la consolidación de un gobierno populista autoritario, similar o peor al que existe con Ley y Justicia en Polonia o con  Viktor Orbán en Hungría.
Aquí ni siquiera hace falta un nombre nuevo de partido, porque el republicano  ha dejado de funcionar como la organización conservadora que requiere la nación, para convertirse en un culto trumpista. 
Para enfrentar al populismo de extrema derecha hay que establecer claramente una plataforma política de cara al futuro; definir el sistema económico a construir o mejorar y trazar la mejor vía de lidiar con la demagogia y el engaño de los políticos.
En estos tres frentes, la boleta de Joe Biden y Kamala Harris nos ofrece poco en que apoyarnos, al punto de dar la impresión que lo apuesta todo en el rechazo a Trump. Condición necesaria, ¿pero suficiente? 
El argumento de la vuelta a la normalidad —válido en su enunciado— y la aceptación más que implícita de que una presidencia de Biden abarcaría un solo mandato y tendría un carácter transicional no alcanzan para alimentar un poderoso entusiasmo. Y una victoria demócrata solo sería posible con un carácter contundente, arrollador. Lo demás es arriesgarse a un largo litigio y las trampas consecuentes, un peligro acrecentado con la presencia de un colaboracionista como el secretario de Justicia.
Los fundamentos de una plataforma política, más allá de los documentos de rigor, han quedado desplazados por la necesidad de respuesta ante un presidente que provoca a diario con nuevas mentiras y reiterados disparates. Si bien dichas respuestas son necesarias, trascenderse es fundamental para no quedar limitado a una caja de resonancia antitrumpista.
La respuesta al imperativo de modificar o mejorar el sistema económico debe trascender la dicotomía capitalismo-socialismo, porque esta resulta obsoleta. El llamado comunismo —o socialismo en su acepción soviética, cubana o asiática— no cabe en la discusión, porque en todas estas variantes demostraron su ineficiencia. Además, con la limitada cultura política del electorado estadounidense, de momento el único fin que sirve la palabra socialismo es introducir más confusión y miedo. 
Queda una adecuación de un capitalismo acorde a los avances tecnológicos, el internet y el mundo globalizado —una palabra que tanto los trumpistas como la militancia izquierdista de antaño detestan— y la base de ello es el facilitar la educación de niveles académicos elevados. Algo que, en lo planteado hasta ahora por Biden, resume buenas intenciones pero carece de una propuesta o plan amplio y priorizado.
Combatir la demagogia es el aspecto más difícil. La buena noticia es que en la democracia un demagogo termina por caer. Basta recordar al demócrata Huey Long y al republicano Joseph McCarthy. Pero quizá el primero no sea un buen ejemplo por las circunstancias de su final y el segundo fue solo un senador. ¿Y cuando el demagogo cuenta con el poder y el tiempo necesarios para poner en peligro la democracia? Aquí radica el peligro de la reelección de Trump.
En mayo de 1989, Donald Trump compró una página entera en los principales diarios neoyorquinos para publicar un texto titulado “Recuperar la pena de muerte. ¡Traigan a nuestra policía!”, en donde justificaba la violencia policial como necesaria para preservar la “vida como nosotros la conocemos”.
El alegato era en favor de una condena máxima y rápida contra los supuestos culpables de la violación y golpiza a una mujer blanca que corría por el Parque Central de Nueva York. A consecuencia del asalto, la víctima de 28 años quedó en coma y no recordaba lo ocurrido, pero sobrevivió. Cinco jóvenes —cuatro de la raza negra y otro latino— fueron acusados y condenados injustamente por el delito. En 2002, tras permanecer en prisión y en centros de detención juvenil, fueron exonerados por completo.
Esa ansia por volver al pasado —a la “vida como nosotros la conocemos”— ha determinado la presidencia de Donald Trump, donde no es difícil determinar a qué clase de “vida” se refiere y quiénes somos “nosotros”. Un mundo de exclusión y juicios falsos que busca perpetuar. 

La comezón del exilio revisitada

A veces en el exilio a uno le entra una especie de comezón, natural y al mismo tiempo extraña: comienza a manifestar un anticastrismo elemen...