jueves, 18 de marzo de 2021

Sobre «Plantados»


Se supone que una de las razones por las cuales nos fuimos de Cuba —además de para comer jamón, razón válida— es para evitar nunca más caer en la repetición de productos culturales realizados mediocremente para satisfacer los valores e ideología de la clase dominante en la sociedad.

Se supone que nos veríamos libres de bodrios culturales o de entretenimientos hechos con fines propagandísticos —con independencia de lo loable o malvado de las intenciones—, porque en una “sociedad libre” ello no tiene cabida; no por censura u omisión, sino simplemente porque la diversidad de ofertas reducen a la nulidad más absoluta la tentación de perder el tiempo con tales despojos.

Se supone que entre las posibilidades que amplía el exilio, y más ahora con la existencia de internet, se encuentra el poder disfrutar —y aprender— de un uso inteligente para elaborar los contenidos y objetivos sociales, políticos e ideológicos, como por décadas y más décadas ha hecho el cine estadounidense. Y que esta visión y aprendizaje servirían de algo.

Se supone también que a nadie se le ocurría volver a estereotipos, clichés y tonterías de un cine realista socialista, revolucionario o creado por instituciones financiadas y dirigidas por un gobierno totalitario en un Estado totalitario.

Se supone que lo bueno y lo malo —según como se le juzgue— no iba a ser más criterio de valoración artística.

Se supone que todo iba a ser más entretenido y menos torpe.

Pero…

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