No se trata de evocar la presidencia de Alberto Fujimori, es simplemente tener en cuenta lo que ha hecho su hija, sobre quien el ministerio fiscal peruano ha pedido 30 años de cárcel, por acusaciones de lavado de dinero, organización criminal y obstrucción de la justicia.
Eso de pedir perdón y jurar colocando la mano en una biblia —como ha hecho la candidata presidencial peruana— es un simple montaje donde se pretende juzgar a los electores de idiotas. Y quienes apoyan y contribuyen a ese tipo de farsa merecen, más que el rechazo, el desprecio.
Por supuesto que muchas ideas y propuestas del candidato de la izquierda no son como para atraer el voto del ciudadano sensato —y algunas no son siquiera de izquierda sino reaccionarios—, pero los argumentos que utiliza Vargas Llosa en su apoyo a la hija de Fujimori son tan manidos, falsos y manipulados, que resulta lamentable el espectáculo que produce el escritor, que en política casi siempre, y desde el inicio, ha estado desacertado.
Lo peor es que —a falta de una argumentación mejor que mostrar— el discurso que postula en apoyo de la reacción. consolidada alrededor de Fujimori, repite y amplifica una retórica ultraderechista que él dice no compartir.
Así que lo mejor hubiera sido la discreción, el silencio; en su caso con plenas y múltiples justificaciones. Aunque como siempre la fascinación de salir a relucir lo ha seducido, y de nuevo lo abandonará.
Bastaba en última instancia el expresar su opinión en una columna, limitarse a la labor tradicional del escritor y periodista. Pero no, Vargas Llosa está en campaña por la hija de su exrival político (aunque lo fundamental no es la vieja rivalidad sino la acusación que tiene pendiente Keiko Fujimori). Y eso, creo que es imperdonable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario