Todo el esfuerzo republicano que se lleva a cabo en Miami durante estas últimas semanas, bajo el mantra de la lucha por la democracia en Cuba, podría despertar una atención más amplia si no adoleciera de dos limitantes insalvables:
la sospecha de que el verdadero objetivo no es lograr que los residentes de la isla adquieran la libertad, sino un fin más mezquino que se traduzca en votos y propaganda
el peligro del inevitable desgaste de dicha campaña, que se acerca cada vez sin haber logrado nada; y que solo podría evitarse con nuevos sucesos en la isla, pero que en cualquier caso evidenciaría la inutilidad de un alboroto exterior al centro de origen.
La pregunta utilitaria puede entonces reducirse a un efecto local. Pero entonces cabe la duda sobre la finalidad de un ejercicio que, más que ganar miembros, reafirma adeptos. Duda que tiene que ver sobre las posibilidades de extender el alcance del voto de un grupo ciudadano que puede que responda masivamente a un partido (republicano), pero cuya validez no alcanza a modificar el resultado electoral que vienen mostrando las elecciones presidenciales (donde el candidato demócrata una y otra vez ha alcanzado la victoria en Miami-Dade, aunque en ocasiones ello no se ha trasmitido a un resultado nacional).
Por supuesto que el alcance y la fuerza política de ese grupo ciudadano no se limita a cifras electorales, y que además de la influencia legislativa también cuenta el mantener el control de los medios y el ejercicio de reafirmación de cierta mentalidad de rebaño —herejía del término pero realidad práctica— que garantiza una capacidad de convocatoria que va del entusiasmo a la denuncia sincera.
Lo que entonces llama la atención es el brío desempeñado en mantener la algarabía. Y no puedo negarle encomio al ánimo y resistencia al ruido.
1 comentario:
A primera vista pense que era un acto de repudio en Cuba
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