Primero Trump, ahora Biden y siempre el régimen cubano se ha unido de nuevo para darle un segundo —tercero, enésimo— aire a personajes como Orlando Gutiérrez y Silvia Iriondo, que por décadas desde Miami han insistido en que los cubanos en la isla reciban los palos y ellos los premios.
Un simple recordatorio de una campaña que no llegó a nada, no cumplió nada y solo sirvió para la publicidad de unos pocos en esta ciudad.
La fecha para algunos será lejana, pero el show es el mismo:
Published: Monday, July 31, 2006
Publication: EL NUEVO HERALD
Edition: Final
Page: 21A
Byline: ALEJANDRO ARMENGOL
Head: MIAMI PONE LAS FRASES, CUBA LAS CÁRCELES
Body: En esta ciudad acaba de lanzarse una campaña que sus organizadores dicen que esta destinada a respaldar las acciones de resistencia cívica dentro de la isla.
La iniciativa quiere alentar el retraimiento ante las actividades políticas y represivas del régimen, la falta de cooperación con sus planes económicos y que los cubanos no participen en actos de repudio. Se trata de un proyecto que no busca incitar acciones subversivas y violentas.
Vale la pena preguntarse no sólo la efectividad de este plan, sino los riesgos que implica para los residentes en Cuba y lo fácil que le resultará al régimen lanzar una nueva acusación de agresión, a partir de la divulgación de la iniciativa en Miami.
Hay varios aspectos evidentes desde el inicio de esta propuesta que me temo resulte desafortunada. Una es que la campaña se ha originado en Miami, con fondos provenientes de las organizaciones de esta ciudad.
No importan las declaraciones de que la misma obedece al interés y la solicitud de la disidencia interna. A diferencia de iniciativas anteriores —como el Proyecto Varela, el llamado al uso de la calle realizado por la opositora Martha Beatriz Roque el pasado año y la reunión de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil en Cuba del 2005, para citar varios ejemplos—, aquí el llamado nace desde un local tranquilo y con la asistencia de participantes que no arriesgan nada salvo la posibilidad de dedicar su tiempo a otras labores.
La campaña se sustenta en lemas que aparecen en calcomanías y carteles. Salvo que el interés sea mantener éstos en el interior de los hogares cubanos, se trata de un llamado a realizar actos de protesta.
Alentar las protestas populares desde el exilio es un acto irresponsable. La situación existente en la isla no muestra que el régimen castrista se encuentre en una situación crítica.
Los llamados al combate no faltan en las oficinas con aire acondicionado, se llenan de entusiasmo las tertulias en el café de la esquina y el espíritu combativo brota con fuerza en medio de la comodidad del hogar miamense. A diario se escuchan programas radiales que describen los planes para la transición una vez desaparecido el gobierno de Fidel Castro —al cual se empecinan en describir como moribundo pese a verlo hablar infatigablemente durante horas— y los “expertos” discuten las medidas a adoptar para la reconstrucción del país, desde la creación de leyes hasta el establecimiento de centros sanitarios.
No hay duda de que en estos planes hay esperanzas e intereses loables, pero su formulación carece de sentido práctico. Hay cierto desenfreno en aparentar que se hace algo para poner fin a un sistema, mientras en la realidad no existen indicadores que muestren un deterioro político. Este es sólo percibido por quienes se niegan a ver los hechos tal como son.
Castro la semana pasada emprendió un largo viaje a la Argentina, salió y regreso tranquilamente a Cuba; incluso se dio el lujo de anunciar su partida, algo inusual en él. A los pocos días habló durante dos horas y media frente a unas cien mil personas en Bayamo. En la isla se celebrará en septiembre la XIV Cumbre de Países No Alineados, un evento de gran magnitud y similar a otros realizados en la época de mayor relieve internacional del régimen.
De acuerdo a datos de la Agencia Central de Inteligencia, citados por el académico Philip Peters, vicepresidente y director del Programa Cuba del Instituto Lexington, la economía cubana creció a una tasa del ocho por ciento el pasado año, con un incremento de $3,000 millones del producto económico y avances en el turismo, la minería y la industria energética, combinados con créditos y subsidios de Venezuela y China.
Hasta el momento no existe una información independiente que confirme un incremento de actos de desobediencia civil en Cuba. La mayoría de las actividades de oposición son vigilias en las casas realizadas a nombre de los presos políticos, protestas llevadas a cabo por los mismos prisioneros y actividades similares. Los actos de confrontación más directa se han visto reducidos por un aumento de la represión.
Nada de esto resta valor a la actividad de los opositores y disidentes dentro de la isla. Se trata simplemente de ofrecer una visión más realista de los hechos y no limitarse a elaborar planes fundamentados en deseos y esperanzas, que buscan justificar la utilización de los fondos suministrados por el gobierno norteamericano.
Una campaña de este tipo desde Miami no sólo enfrenta la posibilidad de resultar inútil, sino es casi seguro que resulte contraproducente. En momentos en que aumenta la represión contra los disidentes, servirá sólo como otro argumento justificativo para el régimen.
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