Las autoridades de Cuba alertaron el sábado sobre una serie de apagones en todo el país que se prolongarán en los próximos días, informa Radio y Televisión Martí.
La estatal Unión Nacional Eléctrica (UNE) dijo que “se mantendrán las afectaciones al servicio en toda Cuba en los próximos días”.
La UNE reconoció que el Sistema Eléctrico Nacional no logra cubrir la demanda.
“Continúan seis unidades térmicas en avería y los mantenimientos planificados en Felton 2, Mariel 8 y Tallapiedra”, informó.
La empresa estatal dijo que “entre los principales factores que inciden en la vulnerabilidad de los bloques térmicos están las limitaciones financieras y el bloqueo, que han impedido realizar los mantenimientos requeridos de forma oportuna“.
Según la empresa estatal, Cuba tiene 16 de los 20 bloques de generación fuera del ciclo de mantenimiento capital y se está “quemando un combustible muy agresivo que acorta los ciclos de operación entre mantenimientos y requiere una intensificación de los procesos de limpieza, de lavado y la sustitución de conductos que están sometidos a una alta corrosión”.
Desde hace décadas, los apagones producen un gran descontento en la población, pero el régimen no hace lo suficientes para solucionar el problema y descansa en la represión como la mejor medida para contener las críticas. Si se revisa el historial de años anteriores, lo único que salta a la vista es una retahíla de fracasos y más fracasos.
El 21 de mayo de 2009 —hace 13 años— el gobierno cubano anunciaba '“medidas excepcionales” para reducir el consumo de electricidad, “dada la grave crisis económica y financiera que padece el país”, y advertía una vez más que de no lograr ese objetivo, recurriría a los apagones.
El entonces vicepresidente del Consejo de Ministros y titular de Economía y Planificación, Marino Murillo —una de las tantas figuras que un momento determinado ascendieron para luego ser disminuidas de forma rotunda o a pedazos— explicaba que Cuba no podía “gastar más combustible en generar electricidad”. La crisis llevaba al Granma al anuncio de que la situación era de
“ahorro o muerte”, parodiando el lema de Fidel Castro de “patria o muerte”.
Bueno, los cubanos no se han muerto —al menos no todos—, pero la solución sigue sin resolverse, y para poder vivir lo mejor es marcharse a Miami.
Quien fungía como viceministro de Economía y Planificación, Julio Vázquez, advertía en aquella fecha de la necesidad de “un uso más racional de la energía, para evitar la implantación de medidas más drásticas, como el apagón”, que para entonces ya tenía “un plan de horarios programado”. Pero el régimen no ha logrado evitar que 13 años más tarde todo siga igual, sin esperanzas, y los apagones estén a la orden del día.
Los cubanos han sufrido varios periodos prolongados de apagones durante las décadas transcurridas tras el 1º de enero de 1959, en algunos casos de hasta diez horas al día.
Por décadas los cubanos han sido víctimas de una mezcla de escasez y despilfarro en todos los órdenes de la vida. Ningún sector ha ejemplificado esta paradoja con tanta abundancia como el energético. Al tiempo que los apagones se alargaban por varias horas, cuando había electricidad se malgastaba sin tino, casi siempre a consecuencia de instalaciones defectuosas, adaptaciones improvisadas y equipos electrodomésticos con décadas de funcionamiento.
Una de las última obsesiones del gobernante Fidel Castro —antes de tener que ceder temporalmente el poder— fue la “revolución energética”. Como era usual en los planes del Comandante en Jefe, una mezcla de proyectos inalcanzables, pasos certeros y decisiones erróneas han marcado esta transformación en el sistema eléctrico del país, destinada a poner fin a los frecuentes e insoportables apagones. El problema es que no se trata de una verdadera transformación del sistema, sino de una red a la que constantemente se le vienen añadiendo parches y más parches sin que lo nuevo logre aún imponerse sobre lo viejo.
Antes de la llegada de Fidel Castro al poder, los cubanos vivían pendientes del precio del azúcar, que determinaba la existencia de épocas de vacas flacas y gordas. Todo cambió en 1959. A partir de entonces, otro producto ocupó ese lugar clave no solo en el imaginario popular sino en la realidad cotidiana: el petróleo.
Cierto que los enormes cambios en el mercado del crudo han repercutido en todos los rincones del planeta, pero en la isla estos se han visto definidos por coyunturas especiales, adaptadas a las características políticas (Cuba se ha visto afectada no solo por las alzas sino por las bajas del precio). Pese al suministro petrolero de Venezuela, el incremento mundial del precio del combustible, la deteriorada red eléctrica y un sistema despilfarrador de energía con una industria obsoleta hacen que los apagones sea una pesadilla cotidiana y recurrente para los cubanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario