sábado, 25 de junio de 2022

Los negocios, el derecho al aborto y los impuestos


Tesla se trasladó de San Francisco Bay Area a Austin, Texas; Citadel va a dejar Chicago y viene para Miami. Desde hace décadas se repite igual patrón de conducta: las corporaciones estadounidenses buscan enclaves azules en estados rojos — Austin en Texas, Nashville en Tennessee — para tratar de aprovechar “lo mejor de dos mundos”: bajos impuestos y tratar de lavar la cara progresista. Pero ahora se les está acabando el juego.
Al tiempo que se impone una agenda reaccionaria y se intensifica la guerra cultural, cada vez es más difícil irse por la vía fácil para declararse a favor del progreso y el avance social. A las grandes corporaciones comienza a complicárseles ese aspecto que hasta ahora han cubierto con apariencias, pero se torna más esencial a diario. Las cadenas de venta, los fabricantes de ropa y calzado y las empresas publicitaria ya no les bastará con utilizar unos cuantos modelos de la raza negra, asiáticos o latinos, insinuar la diversidad de todo tipo. Para las cadenas de televisión, los medios informativos y los más importantes centros creadores de producto de entrenamiento tendrán igual problema. Basta de un par de figuras destacadas para llenar la “cuota”.
Ahora —al parecer— la cosa va en serio. Y quizá esta sea una de las primeras —y de las importantes— consecuencias del ya famoso (e infausto) fallo de la Corte Suprema suprimiendo el derecho nacional al aborto   Ya no basta, para decir que se está en contra del racismo, añadir algún comentario al uso y seguir adelante. Lo que se imponen son acciones concretas —económicas, sociales y políticas, todas dentro de la protesta pacífica— para detener esta oleada de oscurantismo.

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