Schubert no era creyente. Fue un agnóstico que compuso música religiosa —incluso una misa— porque era común en su época; quizá buscando fama y fortuna, y porque la música religiosa puede alcanzar la hermosura sin que uno se tenga que arrodillar para oírla.
Entre sus obras está el “Ellens Gesang III” (D. 839, Op. 52, No. 6), el “Himno a la Virgen” con texto de Walter Scott, traducido al alemán por Adam Storck, y que pertenece al poema The Lady of the Lake. Pero por lo general dicho texto se sustituye —iba a escribir suplanta, pero quizá exageraría— por el “Ave María” en latín de los católicos.
Claro que el himno suena muy bonito cuando desde la grabación —o desde el cielo según usted prefiera— se le escucha a Pavarotti, pero de eso a que a uno le metan cuentos de chiquito en la escuela va una distancia.
O que de grande le vengan con otros y se acabe por no saber si a Schubert le gustaban las aristócratas —que no le hacían caso porque era un pobretón— o era marica o simplemente bisexual, de sexo fluido aunque no estaba de moda.
Ilustración: Schubert por Klimt.
No hay comentarios:
Publicar un comentario