miércoles, 28 de diciembre de 2022

Las vacunas, la estupidez y la política

 


Hasta hace poco, la existencia de vacunas se consideraba un paso de avance de la ciencia, una señal del aumento de las posibilidades del ser humano para impedir graves enfermedades y vivir —o sobrevivir— más y en mejores condiciones.
Sin embargo, con la llegada del Covid-19, y la lucha política a consecuencia —y como causa— de la pandemia, el vacunarse ha pasado a significar asumir una posición política; el hecho de que los niños estén vacunados no un motivo de alivio sino una causa de lucha por el poder, una cruzada de reclamo de la autoridad paterna o un elemento a tomar en cuenta a la hora de una decisión en las urnas.
Históricamente, las tasas de vacunación infantil, que de forma rutinaria en Estados Unidos han estado entre las mejores del mundo, han caído de forma alarmante, informa The New York Time
Durante el primer año de la pandemia, los niños estadounidenses  no recibieron nueve millones de dosis de vacunas para enfermedades como la poliomielitis y el sarampión. Tasas de los tres conjuntos de vacunas infantiles principales —sarampión, paperas y rubéola; varicela; y de difteria, tétanos y tos ferina— cayeron en un promedio de 1.3 puntos porcentuales, con tasas en siete estados y muchas ciudades por debajo del 90 %, agrega el diario..
Una de las consecuencias de esta situación, de rechazo y abandono de las vacunas tradicionales, es que ha vuelto el sarampión, que hace 23 años, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades declararon que había sido eliminado en Estados Unidos.
Todos los estados y el Distrito de Columbia exigen que los niños reciban vacunas contra el sarampión, las paperas, la rubéola y otras enfermedades infantiles mortales y altamente contagiosas. (La mayoría permite algunas exenciones limitadas).
A lo largo de la pandemia, la fundación Kaiser, una organización de investigación de atención médica no partidista, ha estado publicando informes mensuales sobre el cambio de actitud hacia las vacunas contra el covid. Las encuestas han mostrado una creciente división política sobre el tema, y el último estudio indica que la división ahora se extiende a las vacunas infantiles de rutina.
El 44 % de los adultos que se identifican como republicanos, o se inclinan en favor de esa línea partidista, dijeron en la última encuesta que los padres deberían tener derecho a optar por no participar en los mandatos de vacunación escolar, frente al 20 % en una encuesta previa a la pandemia realizada en 2019 por el Centro de Investigación Pew. En contraste, el 88 % de los adultos que se identifican como o se inclinan por los demócratas respaldaron los requisitos de vacunación infantil, un ligero aumento del 86 % en 2019.
La encuesta encontró que el 28 % de los adultos en general creían que los padres deberían tener la autoridad para tomar decisiones sobre las vacunas escolares para sus hijos, una postura que en la encuesta de Pew de 2019 solo tenía el 16 % de los adultos.
Aunque el cambio de posiciones parece tener menos que ver con rechazar las vacunas que con un respaldo cada vez mayor al llamado movimiento por los derechos de los padres, en última instancia las consecuencias afectan la salud de todos los niños. Aunque el 80 % de los padres dijo que los beneficios de las vacunas contra el sarampión, las paperas y la rubéola superan los riesgos —solo un poco menos que el 83 % en 2019— el énfasis en los llamados “derechos paternos” ha servido para ser utilizado como instrumento ideológico de las tendencias más retrógradas de la sociedad, y en beneficio de las agendas políticas más reaccionarias.
“El tema de conversación que ha circulado es el concepto de quitarle los derechos a los padres”, dijo el Dr. Sean O’Leary, presidente del comité de enfermedades infecciosas de la Academia Estadounidense de Pediatría. “Y cuando lo enmarcas así de simple, es muy atractivo para cierto segmento de la población. Pero, ¿qué pasa con el derecho a que sus hijos estén a salvo en la escuela de enfermedades prevenibles mediante la vacunación?”.

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