domingo, 26 de marzo de 2023

La globalización en la cuerda floja


“El futuro no pertenece a los globalistas. El futuro pertenece a los patriotas”, declaró ante la Asamblea General de la ONU Donald Trump en 2019, mientras que, al otro lado del Atlántico, el premier británico Boris Johnson impulsaba su Brexit.
Y los gobiernos cambiaron, pero el discurso no tanto.
“Nuestro futuro manufacturero, nuestro futuro económico, nuestras soluciones de la crisis climática, todo se hará en Estados Unidos”, dijo en la Casa Blanca Joe Biden al anunciar sus compromisos “Made in America” en 2022.
¿Se dictó sentencia de muerte a la globalización?
Es la pregunta que se formula en un artículo reciente de la BBC.
“Cuelga la espada de Damocles, el peligro de una nueva fragmentación del mundo, de la desglobalización y el desacoplamiento”, le dijo el canciller alemán Olaf Scholzle al Foro Económico Mundial de 2023, al expresar su preocupación de que el mundo se está desmoronando política y económicamente.
La globalización es el proceso por el cual las personas y los bienes se mueven fácilmente a través de las fronteras, según el World Economic Forum.
Principalmente, es un concepto económico: la integración de mercados, comercio e inversiones con pocas barreras para frenar el flujo de productos y servicios entre naciones.
“El maremoto de globalización que hemos experimentado comenzó alrededor de 1990, con el final de la Guerra Fría y la apertura de China, la integración de Europa, los acuerdos globales para reducir las barreras comerciales y el desarrollo de internet”, explicó Ian Goldin, profesor de globalización y desarrollo de la Universidad de Oxford, en el programa Analisys de la BBC.
Para Goldin, "si bien la globalización está lejos de ser perfecta, necesita ser mejorada, no destruida".
“La gente olvida que la globalización sacó a más de mil millones de personas de la pobreza, no solo en China sino en otras partes del mundo”, señaló Ngozi Okonjo-Iweala, directora general de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
“El comercio global reduce los costos, difunde el conocimiento y ayuda a las economías a escalar a través de los efectos indirectos de las tecnologías, lo que beneficia a los mercados emergentes y a los países en desarrollo”, aseguró.
La OMC evaluó el impacto de lo que podría suceder si el mundo se divide en bloques comerciales separados. Según sus cálculos, las consecuencias son significativas.
“Descubrimos que le costaría al mundo una pérdida del 5% en el PIB mundial a largo plazo. Es como decir que perdemos toda la economía de Japón... eso es enorme”.
Si la globalización es tan buena, ¿por que algunos países ahora están poniendo barreras?
Cambio de opinión
La creciente ola de proteccionismo no es exclusiva de EE. UU., pero lo que ocurre en ese país llama la atención no sólo porque aún es la principal superpotencia, sino porque fue la fuerza impulsora de la globalización.
“Aquí en Estados Unidos, debemos tomarnos un momento para reconocer que uno de los factores clave detrás de la gran prosperidad de nuestra nación es la política de comercio abierto que permite al pueblo estadounidense intercambiar libremente bienes y servicios con personas libres de todo el mundo”, dijo Ronald Reagan en 1988
Y 12 años después, Bill Clinton aseveró: “Es muy importante que China ingrese a la OMC para garantizar que sus mercados estén abiertos para nosotros, así tengamos que abrir nuestros mercados a China, y para promover la paz y la estabilidad en Asia, incrementando la posibilidad de un cambio positivo en China”.
El crecimiento de China en general ha sido inmensamente beneficioso para las empresas y los consumidores estadounidenses. Entonces, ¿por qué alejarse de un mercado tan lucrativo?
“La globalización fue genial en muchos sentidos porque sacó a mucha gente de la pobreza, pero en casi todos los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) se vio un aumento dramático de la desigualdad, que fue más aguda en el mundo angloamericano”, le dijo a la BBC Rana Foroohar, autora y comentarista del Financial Times en Nueva York.
En pos de más ganancias y menos costos, las empresas abandonaron sus lugares de origen, a menudo acabando con estilos de vida y provocando perdidas de empleo masivas, para saltar de lugar en lugar, de acuerdo a su conveniencia.
Eso desató una “competencia fiscal en el mundo, con los países sintiéndose presionados por la necesidad de reducir particularmente los impuestos corporativos para atraer inversiones”, señaló Minouche Shafik, presidente y vicerrectora de la London School of Economics.
Y esta carrera a la baja en los impuestos es uno de los puntos débiles de la globalización pues, como dijo Goldin, “aumentó la desigualdad porque los gobiernos tenían menos dinero para gastar”.
“Se necesitan ingresos fiscales para modernizar las economías e invertir en educación, habilidades e infraestructura para que poder competir en un mundo globalizado”.
Garantizar que las personas puedan llegar a donde están los trabajos, con viviendas asequibles, sistemas de transporte y plazas escolares disponibles, es vital para abordar las desigualdades generadas por el comercio y el cambio tecnológico.
La incapacidad para distribuir sus beneficios más equitativamente, junto con la pérdida de empleos y el estancamiento económico, hizo que muchos sintieran que la globalización los dejaba vulnerables y solo beneficiaba a una pequeña élite.
“Esa creciente desigualdad creó la política del nacionalismo que creo que fue responsable en gran parte del ascenso de Donald Trump en EE. UU. y al menos parcialmente responsable del Brexit, así como del nacionalismo que se ve en Europa y algunos de los problemas en varios otros países del mundo”, según Foroohar.
Por eso, dirigentes de todas las corrientes políticas están dándole la espalda a la globalización.

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