miércoles, 25 de octubre de 2023

Fanatismo, gobierno y leyes



El problema con el representante Mike Johnson, ahora presidente de la Cámara de Representantes, por elección republicana, y tercera posición en el diagrama de poder y mando en este país, es que está destinado —y se le permite— llevar a cabo una labor apostólica, de referencia y guía, de imposición de criterios ideológicos y supuesto pastor moral que no guarda relación alguna con la función para la que supuestamente fue elegido en una sociedad liberal democrática.
Johnson quiere imponer una prohibición nacional del aborto, se opone a los matrimonios del mismo sexo, niega el valor de las urnas para elegir a los gobernantes y simpatiza con dictadores como Putin. Por supuesto que es aislacionista y fanático, que dedica parte de su tiempo al adoctrinamiento religioso y considera ello como una misión a la que vale la pena dedicar su tiempo.
En este sentido, el representante republicano, ahora ascendido a la cumbre en su cámara legislativa, no se diferencia mucho —quizá en sabiduría y talento— a un Lenin, un Stalin, un Mao o un Castro. Si por una parte Estados Unidos rechaza con razón el fundamentalismo islámico, por la otra parte prolifera un sector dentro del republicanismo que busca no solo imponer su ideología extrema y un fundamentalismo religiosos, sino que abiertamente es partidario de medios antidemocráticos, como el rechazo a los resultados electorales, para lograrlo. 
Hasta el momento el país ha logrado sortear el peligro, pero al mismo tiempo no ha podido extinguirlo. El peligro está ahí, presente y peligrosamente en aumento a diario.

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