La divulgación parcial de documentos sobre el asesinato del presidente estadounidense John F. Kennedy será por tiempo breve tema para la prensa, pero de poca importancia —lamentablemente— para una reflexión sobre la sociedad norteamericana: a primera vista nos parecen tan lejanos y ajenos. Aunque en última instancia se limitan a repetir un patrón aún vigente, con esa mezcla de realidad y fantasía que siempre ha caracterizado la política de Estados Unidos. Por mucho que uno se asombre, hasta ahora el pragmatismo termina por imponerse, y lo demás es tema para películas. Quizá por momentos —para deleite y curiosidad de algunos, como quien escribe este comentario— el conocer tantos disparates de un gobierno que supuestamente estaba llamado —o simplemente cumpliendo el destino— de ejercer la hegemonía mundial le vale para reafirmarse en la idea de que la mediocridad en la Casa Blanca, con independencia de partido, hubiera sido mejor sustituida por poner al mando alguien como Ionesco, porque entonces el absurdo hubiera sido razón de ser, estética como ética, y no simple pretexto.
viernes, 27 de octubre de 2017
El absurdo como política o la política del absurdo
La divulgación parcial de documentos sobre el asesinato del presidente estadounidense John F. Kennedy será por tiempo breve tema para la prensa, pero de poca importancia —lamentablemente— para una reflexión sobre la sociedad norteamericana: a primera vista nos parecen tan lejanos y ajenos. Aunque en última instancia se limitan a repetir un patrón aún vigente, con esa mezcla de realidad y fantasía que siempre ha caracterizado la política de Estados Unidos. Por mucho que uno se asombre, hasta ahora el pragmatismo termina por imponerse, y lo demás es tema para películas. Quizá por momentos —para deleite y curiosidad de algunos, como quien escribe este comentario— el conocer tantos disparates de un gobierno que supuestamente estaba llamado —o simplemente cumpliendo el destino— de ejercer la hegemonía mundial le vale para reafirmarse en la idea de que la mediocridad en la Casa Blanca, con independencia de partido, hubiera sido mejor sustituida por poner al mando alguien como Ionesco, porque entonces el absurdo hubiera sido razón de ser, estética como ética, y no simple pretexto.
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